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American Film Institute, 100 años… 100 películas (#92 y #91).-

Nota: esta entrada aparece con gran retraso, pero la semana que viene retomaré mi cronograma habitual de publicaciones los días miércoles... eso espero al menos 😉

Puesto Nº 92: A Place in the Sun (1951).-


Nunca había visto esta película y me dejó una sensación agridulce. Por un lado, me interesa su director George Stevens y visualmente la película es impactante pero al mismo tiempo algunos otros aspectos me dejaron indiferente.Ya les contaré.-
El comienzo es estéticamente muy moderno y nos presenta a un joven autoestopista que resulta ser George Eastman (Montgomery Clift), el sobrino olvidado de un rico industrial (Herbert Heyes) a quien el muchacho se dispone a pedirle un trabajo con miras a progresar. Pese a la estricta regla que lo prohíbe, George empieza a salir con una joven que trabaja junto a él, Alice Tripp (Shelley Winters). Al mismo tiempo que George empieza a ser recibido en el círculo social de su tío y conoce y se enamora de la rica heredera Angela Vickers (Elizabeth Taylor) descubre que Alice está embarazada, lo cual amenaza con acabar con sus planes de ascenso social.-
Como decía, la película es muy atractiva desde lo visual. Stevens ciertamente sabe cómo presentar a una estrella en la pantalla y podemos comprobarlo desde esa secuencia inicial de títulos. Reiteradamente a lo largo de la película utiliza unos primeros planos que deben parecer gigantescos en la pantalla grande (casi me da envidia por la gente que pudo ver esta peli en salas de cine) como si quisiera meterse en la cabeza de los personajes.Y lo logra hasta que empieza a utilizar imágenes superpuestas para graficar ese intento y creo que con eso pierde un poco de efecto.-
El director de fotografía William C. Mellor es autor de un claroscuro cautivante en donde muchas veces la cara del protagonista se mantiene tan oculta como sus intenciones, acentuando su dualidad. En este mismo sentido, Stevens muchas veces mantiene su cámara a la distancia o en ángulos incómodos, como si espiara situaciones prohibidas con las que no quisiera involucrarse pero que no pudiera evitar mirar. Así, cuando George llega tarde a su propio festejo de cumpleaños organizado por Alice en la intimidad de su habitación o cuando inmediatamente después de cortar con Alice en una amarga conversación telefónica recibe una llamada de Angela que atiende en un tono completamente diferente, el director evita acercarse. En otro momento, la ubicación de la cámara nos habla de la ajenidad de George al entorno social de los Eastman: cuando el joven se presenta por primera vez en la mansión, lo vemos aproximarse hacia la cámara, siempre en apariencia más pequeño que el resto de los personajes. Pero cuando George vuelve a la mansión, el mismo día en que llega tarde a su cita de cumpleaños con Alice, la cámara se mantiene en el vestíbulo y vemos al protagonista alejarse de nosotros, engullido por el universo de Angela. Y es inevitable reparar en el letrero luminoso que repite la palabra “Vickers” y que George ve desde su ventana. La película está llena de ejemplos como estos, que hablan de un director tremendamente consciente del lenguaje cinematográfico y dispuesto a usar todos los recursos a su alcance. Por ejemplo, el vestuario: las piezas creadas por Edith Head para Elizabeth Taylor en esta película son famosas, en particular su vestido blanco de fiesta que tiene algunos elementos similares, pero mucho más modestos, en el vestido que Alice usa esa misma noche, acentuando el contraste entre ambas mujeres.-
Por otro lado, disfruté mucho de la ambigüedad moral de los personajes y de la franqueza con la que se abordan temas tales como el aborto, las relaciones premaritales, la ambición. Y me quedó más que flotando en el aire el personaje de la madre de George, interpretado por Anne Revere, severa e inspirada por el fervor religioso hasta el último momento. Casi me inspiró el recuerdo de Norman Bates, hay algo allí que no resulta natural. Me hubiera gustado ver más de ella.-
Y con esto entro de lleno en el tema del reparto, que fue mi principal motivo de indiferencia hacia esta película. No soy muy admiradora de Clift, pero puedo apreciarlo en los días buenos, y tampoco de Taylor con quien todo se me hace más cuesta arriba. De modo que mientras la historia se centró en George y Alice (y aquí debo decir que Winters está genial), me mantuve al borde del asiento, pero cuando la trama vira hacia la relación de George y Angela, sentí que no estaba obteniendo mayor interés que ver a dos rostros bellos en la pantalla. Angela en particular me resultó tremendamente superficial y si no fuera por su belleza y su dinero, no sé qué ve George en ella. Bueno, probablemente sólo vea eso. Si adoptamos el principio según el cual el director nunca se equivoca, tengo que pensar que la intención era mostrar un personaje hueco cuyos únicos atractivos son superficiales y en ese sentido Stevens logró su objetivo. Pero me temo que George tampoco me resultó muy simpático, ni siquiera me genera empatía en su empeño por progresar socialmente porque no creo que sus métodos sean válidos. Además, se comporta como un cretino con Alice, a quien seduce para luego literalmente descartarla cuando aparece un plan mejor. Y Raymond Burr, en el papel de un fiscal de distrito apasionado, está completamente fuera de personaje, nadie en la vida real podría salirse con la suya haciendo lo que mismo que él.-
En conclusión… pfff… la película me gustó desde lo visual, perdió mi interés progresivamente a medida que avanzaba la acción y sólo me convenció desde lo actoral por el trabajo de Clift y especialmente de Winters. Pese a ello, entiendo su importancia histórica en términos estéticos y argumentales, por lo que creo correcto que esté en esta lista y me siento cómoda con el puesto que ocupa.-

Puesto Nº 91: My Fair Lady (1964).-


Lo confieso: de ninguna manera iba a volver a someterme al visionado de esta película. Mi control remoto todavía tiene hundido el botón de “avanzar” desde la vez anterior, la vida es muy corta y mi compromiso con este proyecto es serio pero no llega al martirio. Me remito en honor a la brevedad a lo ya expresado sobre esta peli (aquí) y pasemos al siguiente asunto en el orden del día.-

Bonus track: Top Hat.-


Cuando estaba escribiendo el segmento dedicado a A Place in the Sun reparé en un detalle: la película no figura en la lista actualizada en 2007 por el American Film Institute, en la cual fue reemplazada (casi en el mismo puesto) por otra película de Stevens, Swing Time. A la inversa, en esta primera lista no hay ninguna película de Astaire y Rogers, lo cual es un crimen. Ahora bien, Swing Time es mi película favorita del dúo pero la mejor de todas es Top Hat, película que sin lugar a dudas, en la opinión de esta servidora, hubiera debido aparecer en lugar de My Fair Lady.-
Top Hat ya apareció en otras oportunidades en este blog (aquí y aquí), pero nunca he hecho una reseña completa. La historia es sencilla y tiene toques a lo Lubitsch: el famoso bailarín americano Jerry Travers (Fred Astaire) se encuentra en Londres para protagonizar en una obra musical producida por su amigo Horace (Edward Everett Horton). Jerry conoce casualmente a Dale (Ginger Rogers) una joven modelo que por un giro de la trama se convence de que Jerry está casado nada menos que con su amiga Madge (Helen Broderick), cuyo verdadero esposo es Horace.-
Lo que me maravilla cada vez que veo esta película es la economía con la que se presenta la historia y la sencillez de la misma. Los guionistas Dwight Taylor y Allan Scott (trabajando sobre un material preexistente) y el director Mark Sandrich priorizan el avance permanente de la acción y entienden que el foco de interés está puesto en los números musicales, sin dejar de dar a cada actor su momento para explotar sus dotes cómicas (el elenco se completa con dos secundarios de lujo: Eric Blore como el valet de Horace y Erik Rhodes como un diseñador de modas italiano) pero también sin desviarse del eje en el afán de hacer la historia más compleja o de darle mayor sustento. Top Hat es una tontería deliciosa y no pretende ser otra cosa.-
Visualmente la película es impactante, con unos decorados de estilo art decó gigantescos y blanquísimos en los que los personajes aparecen como muñecas en su casita de lujo (de hecho, la primera vez que vemos a Dale parece una muñeca acostada en su cama llena de volados de satén). Y sin embargo tiene al mismo tiempo una calidez hija de la falta de sacralización de los actores por parte del director (pienso por ejemplo en el tipo de planos que Greta Garbo o Joan Crawford recibían en esta misma época). Aún en los momentos de mayor emoción cuando Jerry y Dale terminan el número principal (Cheek to cheek) y la joven se aleja con tristeza del hombre al que cree que no podrá tener, el director deja hacer a sus actores y no intenta construir con su cámara una emoción que proveen los intérpretes como epílogo de su baile. De la misma forma, luego del primer dueto de la pareja (un número delicioso llamado Isn’t this a Lovely Day), Sandrich termina la escena con un fundido a negro justo en el momento en que Dale y Jerry estrechan las manos. Para la escena siguiente Dale vuelve a su habitación de hotel y le comunica a su diseñador que está enamorada y planea dedicar el fin de semana a “ser amable” con Jerry. Así de simple, el director se contiene de mostrar la chispa de ese amor y ¿qué falta hace luego de ese dueto con el que Jerry venció la resistencia de Dale? 
Por otro lado, la confusión sobre la que se basa la trama (es decir que Dale tome a Jerry por Horace) reposa sobre una serie de suspensiones de la incredulidad: que Dale no conociera al marido de su amiga, que tampoco conociera al famoso bailarín Jerry Travers, que más adelante no sospechara de Bates; pero el truco de la confusión en sí misma está tan bien hecho (en el preciso momento en que le indican a Dale que Horace es el hombre que camina por un balcón con un portafolios y bastón, Horace le entrega estos elementos a Jerry para que se los sostenga) y la historia avanza tan rápido, que no tenemos tiempo de pensar en esas cosas o bien no nos importan.-
Top Hat repite en relación a The Gay Divorcée, otra película del dúo estrenada un año antes (es decir en 1934, post imposición del Código Hays) el número coral al estilo de Busby Berkeley, pero a diferencia del número que aparecía en aquella, The Piccolino tiene más cohesión (The Continental, el número anterior es demasiado largo y disperso). Y tiene además el icónico número Top Hat, White Tie and Tails, bailado por Astaire con un coro de hombres vestidos exactamente igual que él que replican sus movimientos y en alguna medida “acosan” al protagonista (este número forma parte no de la historia propiamente dicha sino de la obra teatral que Horace produce). Este número tiene dos momentos que siempre resuenan en mí: el primero es uno en el que Astaire queda solo en el escenario, casi en penumbras y como bailando para sí mismo, con la música también en un segundo plano, y el segundo es el final en el que Astaire “mata” a los bailarines del coro apuntando con su bastón y dando golpes a modo de fogonazos con sus pies, hasta que no queda ninguno en pie. Es una imagen bastante fuerte la de Astaire en su vestuario característico (sombrero de copa, corbata blanca y levita de cola abierta) buscando eliminar su propia estampa y me remite, como si las uniera un hilo invisible, al mismo Astaire vestido en la misma forma aplastando su sombrero de copa al final de Silk Stockings, su último musical para MGM en 1957.-

Comentarios

  1. Mi querida Bet:
    "Un lugar en el sol" es otra de mis películas. Es una de esas que me marcó y que contribuyó a mi amor al cine. Sí, Shelley Winters es maravillosa. Y Stevens cuenta maravillosamente esta historia, como bien señalas en tu texto. No me pasa lo mismo que a ti con Clift y Taylor me gustan mucho ambos en esta historia. Hay otra adaptación anterior del año 1931 dirigida por Josep von Sternberg, Una tragedia humana, ¿la has visto? Es muy interesante y está la maravillosa Sylvia Sidney.
    Y hace poco, ¿te acuerdas?, realicé la reseña de Pigmalión, aunque sé que Leslie no es santo de tu devoción. Pero quizá le encuentres su aquel y te guste la historia más que My fair lady. El musical de Cukor ya te escribí en su momento que le tengo bastante cariño. Audrey es otra de las culpables de mi pasión por el cine.
    Y tengo que volver otra vez a ver todas las pelis de Ginger y Fred. Cómo me gusta Check to Check.

    Beso
    Hildy

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    Respuestas
    1. Uff, venimos con bajo índice de coincidencias, jaja. Pero como sos muy sabia, no te alejás de este espacio. Creo que tengo la versión anterior de "A Place in the Sun" a mi alcance, pero no estoy segura. Sé que no la he visto todavía, seguro que pronto le hago un rinconcito, me encanta Sidney.-
      Sí, tengo pendiente Pygmalión y la reivindicación del pobre Leslie. Con My Fair Lady de verás que no puedo y venía tan mal con los tiempos que me dije "la vida es corta" y pasé a lo siguiente. Pero me doy cuenta de que no puede hacerse costumbre, las películas hay que verlas.-
      Astaire y Rogers siempre salvan el día, es mágico verlos. Y me gusta tanto hablar de sus películas que no me había dado cuenta de que ¡ya había hablado dos veces de Top Hat! Siempre hay tema con ellos.-
      Un beso enorme, por más desacuerdos a futuro, Bet.-

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