Broken Lullaby (Remordimiento) - 1932.-
Me quedan en el tintero un montón de películas de Lubitsch que aún quiero descubrir, pero no quise terminar este ciclo sin ver por fin Broken Lullaby, que fue recomendada por mi queridísima Hildy Johnson en 2017. Nunca olvidé esta recomendación y hace un tiempo me dispuse finalmente a verla y tras la secuencia inicial, que dura unos tres minutos y medio, hubo un corte de energía eléctrica y por algún motivo no reanudé el visionado cuando se solucionó el problema. Esta pequeña anécdota no tiene ninguna importancia, pero forma parte de mi historia con esta película. En todo caso, valió la pena la espera.-
Aquella secuencia inicial es tan brillante que emociona. Tres minutos que nos ponen frente a frente como un golpe en el estómago con las contradicciones de la guerra y sus secuelas. Los desfiles celebratorios del aniversario de la “victoria” aliada vistos a través del espacio vacío que deja la pierna ausente de un veterano; los cañonazos conmemorativos que resuenan frente a un cartel que reza “Silencio, Hospital” y que se escuchan claramente en el interior, en donde aún convalecen heridos de guerra que se encogen bajo las sábanas en bultos informes o que deliran reviviendo los sonidos del campo de batalla. Y en la misa religiosa de conmemoración, los generales impecables que se dispersan apenas terminado el servicio, dejando atrás a un único veterano que, hundido de rodillas entre los bancos de la Iglesia, sólo deja ver sus manos entrelazadas en una plegaria que no tiene respuestas.-
Este veterano es Paul Renard (Phillips Holmes), un francés que no puede sobreponerse al hecho de haber matado en combate a un soldado alemán tan joven como él. Atormentado, decide viajar a Alemania para pedir el perdón de la familia del muchacho. Una vez allí conoce a los padres de Walter (así se llamaba el joven), el Dr. Holderlin (Lionel Barrymore) y su esposa (Louise Carter) y a su prometida que todavía vive con ellos, Elsa (Nancy Carroll). La cálida recepción que le da la familia tras saber que Paul ha conocido a Walter, impide que el protagonista confiese y sus sentimientos no hacen más que complejizarse cuando los Holderlin lo acogen como a un hijo.--
Broken Lullaby es tan diferente de todo lo que imaginamos cuando pensamos en Lubitsch. No hay aquí guiños cómplices al espectador, ni picardía, nada es ligero ni chispeante, todo es sobrio. Y sin embargo, no cabe dudas que detrás de cámara se encuentra un maestro en el arte de contar, abordando la que tal vez sea la película más seria de su filmografía (no puedo afirmarlo porque aún me queda mucho por ver, pero es difícil pensar en algo que supere a esta película). No solo en la secuencia inicial sino por todas partes aparecen esos destellos de buen oficio: la presentación de la madre de Walter de pie frente a su tumba, a quien conocemos primero a través de sus manos que se aferran a una carterita negra y no dejan lugar a dudas respecto de quién es su dueña; en esa misma escena, un momento delicioso de esos que te hacen sonreír y llorar al mismo tiempo, cuando dos madres que han perdido a sus hijos en batalla comparten una receta de cocina entre las lápidas; la visita del Dr. Holderlin al cuarto de su hijo, que permanece cerrado con llave y tal cual como él lo ha dejado y en donde hasta el reloj de péndulo vive en el pasado; esa comida familiar en donde por un minuto todos intentan actuar con jovialidad pero la silla vacía de Walter les recuerda su ausencia; un paseo por la calle de Paul y Elsa que es musicalizado por las campanillas de los negocios que suenan al paso de los vecinos curiosos; el piano de Elsa, que está cerrado con llave y adivinamos desde cuándo… Cada escena tiene su pequeño detalle, su momento especial que completa el retrato de estos personajes quebrados por la guerra y la ausencia y que nos llena de emoción.-
Y están también esas escaleras, esas puertas cerradas y esos pretendientes improbables tan típicos de Lubitsch, pero con un sentido muy diferente a los habituales porque no existen al servicio del romance y la comedia, sino del drama.-
El final es complejo y sobre todo muy emotivo. Porque Lubitsch nos dice con su manejo de la cámara (a quienes dedica su plano final es una decisión poderosa e inesperada) que en definitiva la verdad y la culpa no son tan importantes como el amor y la reparación. Que podemos aprender a vivir con el daño que hemos causado si nos brindamos a quienes hemos lastimado porque en definitiva, el pasado no se puede cambiar pero sí se puede honrar a través de la generosidad, la entrega y el amor. Y que la canción de cuna rota del título (el título original de la película, algo así como Canción de cuna rota es tanto más hermoso que Remordimiento) puede arreglarse si hay alguien dispuesto a escucharla de nuevo.-
Nota: Les dejo aquí la versión de Träumerei de Schumann que se escucha en el final, arreglada para piano y violín tal como suena en la película.-
Mientras te escribo, escucho la música que compartes.
ResponderBorrarCómo me ha conmovido tu texto, tan apasionado.
Yo también termino el año con Lubitsch, y es que ha sido un compañero muy especial durante este 2020 para mí.
Mi queridísima Bet, te mando un beso enorme
Hildy
Queridísima Hildy, acabo de pasar por tu blog. ¿Podés creer que vi El Bazar de las Sorpresas ayer? No tenía idea de que fueras a comentarla, aunque me habías dicho que es una de tus favoritas.-
BorrarBroken Lullaby me conmovió mucho, es una pequeña joya que merece ser más conocida. Y de pronto me han dado ganas de no parar hasta haber visto todas las películas de Lubitsch, pero eso me pasaa a cada instante ya sea con un director o con un actor que veo, así que no es seguro que me embarque en tal proyecto, jaja.-
Te mando un beso enorme y todo mi agradecimiento por tu apoyo de siempre. Muchas felicidades en esta Navidad, Bet.-