Decidí comenzar 2022 viendo un puñado de películas que han estado en mi lista de pendientes por años. Black Narcissus es una de ellas.-
Deborah Kerr es una actriz que me interesa cada vez más. Aquí se pone en los zapatos de la Hermana Clodagh, una monja británica que al comienzo de la película es nombrada Madre Superiora de un nuevo convento a instalarse en el Himalaya con la finalidad de llevar a la comunidad la más esencial medicina occidental y de educar a sus niños. El entorno desolado, el contacto con los locales y sobre todo la presencia de dos hombres, el Joven General (una suerte de príncipe interpretado por Sabu) y el delegado del Viejo General (Esmond Knight), Mr. Dean (David Farrar), perturbará la vida de las religiosas de acuerdo a la carga que cada una traiga de su pasado.-
El motivo por el cual siempre quise ver esta película es que aparece como referencia obligada cuando se habla del uso del Technicolor, junto con su hermana The Red Shoes de los mismos directores (una película magnífica que deberé reseñar algún día). Comenzando entonces por este aspecto, ciertamente el uso del color que hacen Powell y Pressburger de la mano del director de fotografía Jack Cardiff es simplemente impactante. Las imágenes parecen a punto de saltar de la pantalla, ya sea que se trate de escenas interiores como exteriores (esos decorados magníficos que uno dócilmente toma por escenarios naturales), de día o de noche, de locaciones o rostros. Todo luce exactamente como debe y de este naturalismo surge el misterio y la opresión que va cobrando la historia. Los directores no recurren a efectos sobrenaturales para crear la tensión, esa expectativa de que “algo” está por pasar, y eso hace que el final sea tanto más inquietante. No hay aquí posesiones demoníacas ni hechizo alguno sino meramente la naturaleza humana llevada al extremo en un entorno con personalidad propia.-
El aspecto más fascinante de todos a mis ojos es la dualidad que existe entre la Hermana Clodagh y la Hermana Ruth (Kathleen Byron). La Hermana Ruth nos es presentada poco a poco, al principio es una ausencia en la comida que tiene lugar mientras que la Hermana Clodagh recibe la noticia sobre su nuevo destino. Luego, va ganando cada vez más tiempo en pantalla a medida que las personalidades de las religiosas van definiéndose ante al espectador. Ruth es, al menos para mí, muy parecida físicamente a Clodagh, un poco más pálida y mucho más intensa pero parecida en ese pequeño universo impersonal que forman las monjas en la película. Desde el comienzo Clodagh expresas sus dudas respecto de la vocación religiosa de Ruth (quien está a menudo “enferma” aunque nunca sabemos de qué) y la presencia constante y ligera de ropa de Mr. Dean no ayuda a conservar el orden en el convento. Hacia el final, Ruth verdaderamente parece la versión vampírica de Clodagh, una suerte de revés de la misma moneda en la medida en que la propia Clodagh ha comenzado a rememorar su romance de juventud en su Irlanda natal. Esta dualidad es reforzada especialmente en una escena crucial en la que ambas mujeres se sientan frente a frente, armada cada una con lo suyo: Clodagh con una Biblia, Ruth con un lápiz de labios.-
La turbación de Clodagh viene no sólo de su confrontación con Ruth sino también con otros tres personajes que representan cada uno una carencia de la protagonista: Kanchi (Jean Simmons), una joven nativa coqueta y “extraviada” que es llevada al convento por Mr. Dean para que las religiosas intenten salvar su alma, una versión más elocuente de la sexualidad y la exuberancia reprimidas en Clodagh y en Ruth; el Hombre Sagrado, un anciano de fe al que los locales veneran y que permanece inamovible en un extremo de las tierras destinadas al convento; y el Joven General, que tiene una templanza y una determinación en sus inclinaciones (que pasan más por la ciencia que por la fe) que la Hermana Clodagh ya quisiera imitar.-
Es interesante además ver cómo las demás religiosas flaquean. La Hermana Philippa (Flora Robson) fue escogida para la congregación para ocuparse de la huerta. Al cabo de varios meses en los que ha trabajado incesantemente con la azada buscando fortalecer su fe, queda en evidencia que en lugar de plantar vegetales que permitan el abastecimiento del convento, sólo ha plantado flores. Hay algo de romántico en esta desviación, pero también algo perturbador: sus flores sirven para adornar altares pero no para garantizar la subsistencia de las religiosas. Y la Hermana Blanche (Jenny Laird), más conocida como “Honey” (Miel), tiene la habilidad de congeniar con todos, pero es quien en definitiva termina causando la ruptura entre la comunidad local y el convento. La única que en cierto modo mantiene la línea es la Hermana Briony (Judith Furse), encargada del dispensario y elegida por la Madre Superiora para acompañar a la Hermana Clodagh por su fortaleza.-
Otro aspecto fascinante en Black Narcissus es la representación de la cultura local en esta historia de colonialismo. La identidad étnica de la comunidad local es un poco dispersa, por decirlo de algún modo, creando un universo particular que funciona dentro de los márgenes de la película. Me resultó muy interesante ver que Powell y Pressburger adoptan una postura definida respecto de la presencia de la Iglesia Anglicana en India (antes del convento, un monasterio había sido creado y luego desmantelado en el mismo lugar) y me encendió una luz de interés por ver más películas sobre el mismo tema, del cual lo ignoro todo.-
El final de la película es sobrecogedor y muy adelantado a su época en cuanto a la forma en la que está filmado. La transformación que muestra en una de las protagonistas de la escena me hizo pegar un salto porque no tenía ni noticias de qué iba a suceder con la historia (o mejor dicho, de cómo iban a suceder los acontecimientos, porque el final cumple con la máxima de Juan José Campanella que ya he citado alguna vez en este espacio: el final de una película debe ser imprevisible pero inevitable) y me enseñó que hay una cita a ello en Vertigo de Alfred Hitchcock que durante años me estuve perdiendo. La última escena es más bien un epílogo de humildad y renunciamiento que más que cerrar la historia, abre la puerta a la imaginación del tormento que aún espera a los personajes.-
Dios mío, Bettttt, lo que me gusta esta película. Tu texto me la ha traído de nuevo a la memoria. ¡Qué empleo del color! Pero qué manera más especial de contar una historia, ¿verdad? Adoro el cine de Powell y Pressburger y las atmósferas que crean y en las cuales se mueven sus personajes. ¡Ese convento en lo alto! Y esa presencia continua de la sensualidad en contraste con las emociones ocultas y escondidas de las hermanas. Cuántos matices interesantes has desgranado, como el tema del reflejo del colonialismo...
ResponderBorrar¡¡¡¡Qué buena es esta película!!!
Beso
Hildy
¡Ay, el premio peor lugar para poner una campana se lo lleva ese convento en lo alto!
BorrarPara mí fue un descubrimiento largamente postergado, hace años que vengo escuchando sobre esta película y su uso del color. ¡Qué maravilla! Me ha despertado además el interés por ver más películas de Deborah Kerr. Tengo "The Chalk Garden", que me recomendaste una vez, muy alta en mi lista.-
Me encantaría verla de nuevo pronto, porque en el primer visionado no sabía muy bien qué iba a pasar y durante gran parte de la película estuve esperando algo si saber qué. Quisiera descubrir en qué forma el conocimiento sobre el final enriquece el visionado.-
De Powell y Pressburger sólo he visto The Red Shoes, pero revisando la filmografía del dúo veo que tienen una versión de Los Cuentos de Hoffmann que tiene una pinta buenísima.-
¡Qué lindo tener tanto cine por descubrir!
Un beso enorme, Bet.-