La Traviata - Franco Zeffirelli, 1982.-
Otro subgénero dentro de los musicales está dado por las óperas llevadas al cine, una tradición que tuvo su apogeo en los ‘80 pero que llegó con vida al Siglo XXI con la producción de The Magic Flute dirigida en 2006 por Kenneth Branagh. Ya he mencionado en el pasado que adoro la ópera y por lo tanto siempre me siento tentada por este tipo de producciones aunque por lo general me dejan un sabor agridulce, y es que adaptar algo que inicialmente fue concebido para el escenario y que tiene - a diferencia de los musicales de Broadway - exigencias extremas tanto narrativas como musicales, no es nada fácil.-
En este caso, no pude dejar pasar la oportunidad de incluir en este Abecedario mi ópera favorita cuando la descubrí esta semana en streaming. Aquí, la desafortunada Violetta es Teresa Stratas y su enamorado Alfredo Germont tiene el rostro de Plácido Domingo. El tercero en discordia (en este caso no un amante celoso sino un padre protector) es Cornell MacNeil.-
La película tiene como enorme ventaja que tiene dos protagonistas de lujo en lo mejor de sus capacidades y un sonido que, al menos en la versión a la que pude acceder, es de una calidad inmejorable. La orquesta y el coro, además, son los del Metropolitan Opera con lo cual desde el punto de vista musical, no se podría pedir nada mejor (los títulos no especifican quién es el director del coro, pero la orquesta está bajo la batuta de James Levine, que en esa época también estaba en lo más alto tanto creativa como comercialmente). La producción también es de lujo, como uno tiende a esperar de Zeffirelli: los vestuarios, decorados y escenarios naturales son suntuosos y cuentan el éxito de Violetta como cortesana y lo alto del punto desde el cual cayó hacia el final.-
En cuanto a la trama, Zeffirelli eligió contar la historia bajo la forma de un largo flashback en el cual Violetta (que está enferma y alejada de su círculo habitual mientras los acreedores vacían su casa) recuerda su romance con el joven Alfredo. En el tercer acto volvemos al “presente” luego de haber sido testigos del inicio, el clímax y la decadencia de ese romance.-
El problema que tiene La Traviata, como suele ocurrirle a este tipo de películas, es que “airear” una ópera (esto es, abrir la historia para evitar quedar atrapados en un único decorado) no es fácil si se quiere respetar el libreto y la partitura originales. Las acciones deben ocurrir en un contexto específico y en un momento y con un ritmo determinado, lo cual da menos margen para la creatividad del guionista y del director (que aquí son la misma persona). Para compensar esta falta de libertad, Zeffirelli recurre a leves modificaciones en la partitura que para quien conoce bien la obra son distractivas y difíciles de perdonar, y a movimientos de cámara que perturban la fluidez de la historia que se quiere contar. Por momentos llega a distraer la forma en la que el director hace notar su presencia al posicionar su cámara en lugares que no tienen sentido o haciendo zooms hacia atrás que dejan al espectador pegado al cielorraso. Pese a todo este movimiento su cámara no “baila” y en escenas colmadas de gente (como el famoso brindis del primer acto) se mueve con lentitud probablemente porque el decorado está atiborrado de gente, velas, flores.-
Otro problema que presenta este tipo de producciones es que cuando uno va al teatro, se deja llevar por la ilusión de eterna juventud que crean los cantantes (ni les cuento si uno compró un asiento de precio moderado a bajo y está sentado más cerca de la salida de emergencias que del escenario); la música y las voces son lo importante. En la pantalla, resulta más difícil de digerir que los protagonistas pisen los cuarenta pero por otro lado, ciertas óperas requieren de una madurez vocal que artistas más jóvenes no tendrán; y por el otro, los cantantes más renombrados son los que suelen llamarnos más la atención. En este caso, la discordancia entre la ficción y la realidad es más dura de sobrellevar en Alfredo que en Violetta porque Domingo de ninguna manera aparenta ser el jovencito inexperto que se supone que es, en parte porque en el cine hay primeros planos que en el teatro no existen y en parte por el look escogido en la película (dejo, para comparar, mi escena favortia en un caso perteneciente a la película y en el otro, a una representación teatral del año anterior, en donde la estética de Alfredo es muy diferente; dato de color: el Sr. Germont es interpretado por el mismo cantante, también con una estética diferente). Sin embargo, cuando llega el final del segundo acto y se produce el ataque de Alfredo a Violetta frente a todos sus amigos y la humillación posterior, la intensidad dramática de Domingo es todo lo que el espectador podría desear.-
The Unfinished Dance (La danza inconclusa) - Henry Koster, 1947.-
Cierro esta entrada con una curiosa película que descubrí hace varios años en Youtube (ahora ya no está disponible) y nunca olvidé. La historia transcurre en el marco de una compañía de ballet en donde la niña Meg Merlin (Margaret O’Brien) está obsesionada con la prima ballerina Mademoiselle Ariane Bouchet (Cyd Charisse). Ariane tiene el centro de la escena asegurado hasta que la compañía contrata por una temporada a una bailarina más famosa, La Darina (Karin Booth). Meg intentará humillar a la recién llegada para favorecer a su ídolo pero sin querer causa un accidente que pone en riesgo la carrera de la diva.-
The Unfinished Dance es una pequeña película producida en la unidad de Joe Pasternak (la unidad tipo clase “B” de musicales de la MGM, hermana menor de la unidad más prestigiosa de Arthur Freed) pero llena de detalles interesantes, más por lo que no dice que por aquello que cuenta.-
Entre las cosas no dichas, lo primero que salta a la vista es la adoración de Meg por Mademoiselle Bouchet. La bailarina se lo toma a la ligera, repitiendo que la niña es adorable, pero de veras que la fijación de la niña es mostrada como algo enfermizo. O’Brien enfatiza mucho la mirada penetrante de Meg cada vez que mira o está pensando en Ariane y sus acciones, si bien no son intencionales, podrían haber causado resultados incluso más graves que los ocurridos. La otra cara de esta moneda es la fijación que La Darina desarrolla respecto de Meg tras su accidente. La película presenta esta relación en contraposición con la frialdad de Ariane para con su admiradora y desde el diálogo, intenta mostrar que La Darina tiene un saludable interés profesional por Meg pero, de nuevo, la intensidad de las miradas deja la duda respecto al futuro de esa relación.-
Por otro lado, Meg vive con una tía bailarina que no está nunca con ella, no sabemos qué pasó con sus padres (conociéndola, temo que ella los haya puesto en peligro porque sólo piensa enel ballet) y el único que se preocupa por su bienestar es Mr Paneros (Danny Thomas), un vecino relojero que sueña con convertirse en el tío de Meg, pero es permanentemente rechazado. Mr Paneros es muy afectuoso y dedicado en su cuidado de la niña pero al verlo desvelándose porque Meg tenga sus comidas, que descanse, que no sufra, uno no puede menos que lamentar que esta niña no tenga un verdadero pariente que se ocupe de ella.-
Otro aspecto interesante de la película es el clima claustrofóbico que logra el director. Koster no está en la primera línea de directores-estrella pero tiene una filmografía interesante (mi favorita de las que he visto de él es sin dudas Harvey) y aquí logra crear, sobre la base de escenarios cerrados y vacíos de las salas de ensayo de un teatro, una tensión y un nivel de angustia inesperados en una película que, en líneas generales, parece diseñada para un público joven.-
Finalmente, The Unfinished Dance nos permite pispear el mundillo del ballet, con sus sacrificios y mezquindades, como una especie de ensayo de The Red Shoes. Aquí, Meg se prepara para consagrar su vida al ballet desde una muy corta edad, La Darina debe reinventarse cuando el accidente la deja incapacitada para seguir bailando y Mademoiselle Bouchet aprovecha su minuto de gloria, pero no necesariamente quiera renunciar a todo en pos de su arte. Lo interesante de la cuestión es que la película parece afirmar que el gran arte sólo es posible si se resigna la vida personal. Sólo tienen acceso a la vida familiar quienes no son grandes artistas y la única familia posible para los talentosos es la que se gesta entre bambalinas.-
Hola Bet
ResponderBorrarA mi la opera no me llega; pero así podemos repartirnos "el mundo": tú te quedas con la Traviata, la Dama de las Camelias para mí.
Además añadamos al lujo operístico y al fru-fru la presencia de Zeffirelli que puede parecer más un pintor que un director; le interesa la época en que se desarrolla la acción y es minucioso con los detalles y la recreación pero, como comentas, no le importa sacrificar la emoción para demostrar lo bonito que es todo (según lo escribía pensaba "ideal para filmar opera").
Me ha encantado el uso de "pispear". En mi juventud decíamos "pispar" y resulta que, consultando la RAE, yo debería decir "pispear" y "allá" se dice "pispar" (otro caso de Traviata de las Camelias).
Seguro que vi la de Cyd (soy como Meg pero sin bailar, por Charisse que vayan preparando escayola para La Darina). Tiene su gracia "operera" que todas las pelis de baile tienen muchos lugares comunes: hay lesiones inducidas, relaciones amor-odio con sexo "algo más" que sugerido en bailes blancos... Aquí, en Red Shoes, en "Showgirl", en "Black Swan"...
Un saludo, Manuel.
Yo estoy convencida de que la ópera es para todo el mundo, solo hay que encontrar la apropiada para cada uno. Así que no pierdo las esperanzas por Usted, querido Manuel, jaja.-
BorrarTiene mucha razón respecto de Zeffirelli, la obsesión por el detalle se nota en cada fotograma y parece que no importa qué (o quién) quede en el camino. No he visto muchas de sus películas pero hablando al menos por esta y por su versión de Jane Eyre, la cual conozco bien porque fue la primera que descubrí y la que me acompañó en mi infancia, lo estético siempre prima por sobre lo dramático, con resultados no siempre armónicos.-
La de Cyd vale la pena aunque más no sea para verla interpretar un puñado de números clásicos (anteriores a que Gene Kelly le pusiera su famoso vestido verde y cambiara la historia para siempre). Su estilo aquí me hizo acordar a su papel en The Harvey Girls, tanto por su maquillaje como por el tipo de movimientos que hace en sus coreografías. Y es interesante además verla en un rol ambiguo, en donde hace tanto de "buena" como de "mala", según la visión de Margaret O'Brien. Por otro lado es interesante la comparación con "The Red Shoes", aquí La Darina termina siendo un personaje inquietante que fuerza destinos, evitando que todos aquellos que quieren apartarse del ballet, puedan lograrlo. Shhushh, me dieron escalofríos ahora que lo pienso así... casi parece un film noir, pero con tutús...
Yo entre "pispear" y "pispar", me quedo con "pispear". Le juro que nunca escuché a nadie utilizando el verbo "pispar". Bueno, "pispear" tampoco se escucha tanto hoy en día, ¿será que la gente está más discreta que antes?
Le mando un abrazo con piruetas, Bet.-
PD: no he visto "Showgirl" (el afiche es muy famoso, pero sospecho que en su día no me hubieran dejado verla) pero sí vi una vez "Black Swan" y la detesté tanto que nunca me tentó un segundo visionado.-
Opera y cine, menudo dúo complejo y qué ensayo bonito podría salir por alguien como tú con conocimientos de cine y ópera. La de Zeffirelli que nos propones en tu diccionario musical no la he visto, pero sí sabía la relación de este director con la ópera. Esto también es chulo, directores que dirigieron óperas o viceversa o ambas cosas, como Zeffirelli, el gran Visconti o Ingmar Bergman. Pues como siempre disfrutándote...
ResponderBorrar¡¡¡La de Margaret O’Brien me apetece tanto!!! Y leyéndote mucho más. Ya te contaré si por fin consigo verla, pero con tu diccionario me abres el apetito.
Beso
Hildy
¡Querida Hildy! De las interacciones entre ópera y cine, la que más prometía fue la puesta en escena de "Gianni Schicchi" de Puccini, dirigida por Woody Allen. Curiosamente, no es la que más me gustó de las que vi. Es una comedia muy divertida pero esa puesta no me resultó tan efectiva. Lo divertido es que en "A Roma con amor" Allen interpreta un director de ópera que no tiene éxito. En cuanto a las películas, suelen fallar. La mejor que recuerdo es la versión de "Carmen" protagonizada también por Domingo, creo que en 1984.-
Borrar"The Unfinished Dance" solía estar en Youtube pero la han sacado. Es mucho más oscura de lo que parece a simple vista. Yo le he ido sacando más jugo cuanto más días pasan. Sigo pensando y más me gusta. Ojalá puedas descubrirla y contarme qué te pareció.-
Ya tengo que terminar este abecedario, era un proyecto para un mes y de me ha hecho eterno...
Un beso enorme, Bet.-