Motivo Nº 1: La relación padre - hijo.-
El comienzo de la historia nos presenta a Ariel (Alan Sabbagh) preparándose para regresar a su Buenos Aires natal desde Nueva York para presentarle su mujer a su padre, Usher (Usher Barilka). Usher no es más que una voz en el teléfono, una presencia invisible en la vida de Ariel y del espectador, una anécdota que viene de la infancia. Y sin embargo lo llena todo, está en todos lados y todo lo sabe, todo lo puede. Ariel se pasa toda la película intentando infructuosamente ver a su padre y encontrándolo en el mundo que lo rodea. Encuentra su esencia en ese departamento en el cual Ariel creció sin madre, porque ella abandonó a Usher asfixiada por los preceptos y las costumbres de una fe judía en la que ya no creía y un poco sin padre, porque Usher vivía (y vive) trabajando para el prójimo con tanta dedicación que parecería que no le queda espacio para su hijo (así al menos lo siente Ariel). Lo encuentra en esa fundación de asistencia a la gente carenciada (cada vez más en esta Argentina del Siglo XXI), en donde todos claman por Usher para resolver las necesidades más diversas (desde medicación hasta un servicio técnico para una mezuzah). Lo encuentra en un hospital público en donde el joven Marcelito Cohen (Uriel Rubin) espera una operación de “marote” (o sea, la cabeza) y ansía un par de zapatillas con velcro que ya no se consigue.-
En este sentido, El Rey del Once es una especie de reinvención de El abrazo partido, otra película de Burman estrenada en 2004 que también tenía por protagonista a un hijo (otro Ariel interpretado por Daniel Hendler) sin rumbo tras la partida de su padre (mi frase favorita de aquella película la pronuncia Ariel, cuando le recrimina a su padre que se haya marchado a salvar a todos los judíos del mundo pero que no haya podido quedarse para salvar a uno solo, o sea él). Pero aquí la historia es más redonda desde el momento en que se trata de un hijo que se sumerge en el universo paterno guiado por éste aunque más no sea por teléfono, una suerte de “vuelta al nido” combinada con la búsqueda del tesoro, en lugar de ser la historia de un hijo que busca huir del sitio del cual se siente expulsado a partir de la ausencia del padre, como era aquella otra película.-
Motivo Nº 2: El barrio.-
Ese “nido” al cual Ariel regresa es el icónico barrio del Once, el barrio judío por antonomasia en la ciudad de Buenos Aires. Un lugar regido por lo que aparenta ser un caos para el espectador casual pero que sin embargo mantiene un equilibrio, una armonía sobre la base de códigos propios. Nadie mejor que Daniel Burman para ver la belleza de ese universo y retratarla en la pantalla y esta película, como lo hacía también la ya mencionada El abrazo partido, lo refleja a la perfección.-
En aquél caso lo que se veía era el mundo de las galerías, conglomerados de pequeños locales comerciales de esos que parecería que están que se funden pero que sin embargo siguen resistiendo. Aquí, el panorama se agranda para incluir las sederías, las carnicerías kosher, los edificios de departamentos que se caen a pedazos, los templos religiosos y (brevemente) la fachada del edificio de la AMIA, la Asociación Mutual Israelita Argentina tal como fue reconstruido luego del atentado terrorista ocurrido en 1994. Y las calles, desbordantes de gente durante el horario comercial y vacías y silenciosas el resto del tiempo. Y la gente, mucha gente por todos lados.-
Motivo Nº 3: La búsqueda de la identidad.-
Uno de los temas principales de la película es la búsqueda de la identidad. Ariel dejó de creer en la religión el mismo día que dejó de creer en su padre. Entonces esta búsqueda del tesoro que representa su intento de reencontrarse con Usher es también una búsqueda por su propia identidad, como hombre y como judío. Y es que Ariel aparece en un comienzo como un personaje desdibujado. No sabemos mucho sobre su vida en Nueva York, pero no parece tener lazos demasiado consolidados allí. No lo llama por teléfono ningún amigo ni asociado de trabajo, sólo recibe llamadas de su novia, otra presencia invisible en su vida.-
Su regreso al barrio en el que creció, su reencuentro con sus conocidos de la infancia y con su tía Susy (Elvira Onetto) le van devolviendo poco a poco la identidad pero para completar el “viaje del héroe” deberá primero despojarse de los símbolos de la personalidad que construyó durante su exilio (su auto de lujo, su teléfono celular, su maleta) y luego someterse literalmente a un ritual purificador que le permitirá emerger como un hombre nuevo.-
Encontré interesante que en la película Ariel practique el ritual purificador dos veces. La primera vez es la iniciación, Ariel está rodeado de religiosos que le explican el significado del ritual y la escena es interpretada en tono de comedia. La segunda vez Ariel está solo, acaba de participar de la comida que se sirve en la sinagoga para las personas carentes de recursos y de todo lo demás (fácilmente podemos intuir que estas personas no sólo están en situación de pobreza sino que además no tienen familias ni amigos que puedan ayudarlos, están tan solos como Ariel) y la escena es solemne. La próxima vez que vemos a Ariel es en el hospital, adonde regresó para visitar a Marcelito y cumplir con su encargo de llevarle toallas “suavecitas”. De este modo se completa el viaje de Ariel: ha asumido el rol que le toca en un engranaje más grande que él y ello, lejos de implicar la pérdida de su individualidad, la refuerza. Le da valor.-
Motivo Nº 4: Una historia de amor.-
Ariel regresa a Buenos Aires para presentarle su novia a su padre pero, pequeño detalle, ninguno de los dos acude a la cita. Su novia es bailarina y se quedó en Nueva York a la espera de una importante audición. Toda su comunicación es telefónica y de baja intensidad porque la calidad del servicio en Buenos Aires es deficiente pero también porque no hay mucho para decirse. Paralelamente, a poco de llegar Ariel conoce a Eva (Julieta Zylberberg), una joven religiosa que vive en la Fundación y que hizo un voto de silencio. Eva está alejada de su familia por un motivo que se descubrirá más adelante en la película y - como tantos - le debe todo a Usher. Ella también es, de alguna forma, una pista que Usher le deja a Ariel en el camino para que se reencuentre consigo mismo y entre ambos se construirá un delicada historia que es en parte de amor pero en parte también de complicidad y de soledad compartida.-
Motivo Nº 5: El sentido de comunidad.-
En El Rey del Once destaca por encima de todas las cosas el sentido de comunidad que Ariel recupera (o construye por primera vez en su vida) a partir de su regreso al barrio. Su ruptura con Usher se remonta a su infancia cuando su padre faltó a un acto escolar importante por asistir a una ceremonia religiosa como el “décimo hombre” necesario para el minyán, la reunión de diez varones adultos que el judaísmo requiere para la celebración de ritos religiosos significativos. Ariel se pasará la película intentando descubrir porqué se necesitan diez hombres y no nueve u once y será nada menos que Marcelito Cohen quien le explique el origen bíblico de la tradición, si no su significado. Es que en la Biblia, Dios denomina “comunidad” a esa reunión de diez; es el número mínimo para la conformación de una comunidad.-
En su viaje de autodescubrimiento Ariel recuperará ese sentido de comunidad en la vida del barrio y en el trabajo con la Fundación y ese sentido es el que de devolverá también a su padre. De ahí que la escena de la comida ofrecida a las personas necesitadas, que en el visionado se hace un poco larga y hace pensar que no está haciendo avanzar la trama (la escena tiene un tono documental y está dominada por los actores no profesionales), cobre un nuevo significado cuando uno piensa en la película. Para Ariel es importante reencontrarse con esa comunidad para la cual Usher trabaja tanto. Y en el final, cuando le toque caminar literalmente con los zapatos de otro, Ariel se transformará a su vez en el “décimo hombre”. Con ello, completará su madurez como decía en el motivo número tres: al incorporarse al minyán, Ariel cobra valor individual porque su presencia es lo que permite la celebración del rito. La amalgama con la comunidad resalta la importancia de cada miembro que, pudiendo estar en cualquier otro lado, elige estar, involucrarse.-
Hola Bet
ResponderBorrarCon tanto nombre mitológico me estaba pareciendo que la historia era, un poco, Telémaco buscando a Ulises, pero veo que Ariel, en alguna teología, también es nombre de demonio. Cosa que da un giro al argumento.
Curiosa la imagen de un rey, casi mas grande que su dos caballos(coche) y descapotado para poder llevar la corona de "roscón de reyes".
Un saludo, Manuel.
Querido Manuel, se me había escapado esa conexión mitológica de la historia, gracias por apuntármela.-
BorrarEse Citroën amarillo destartalado es casi un personaje más en la película y resulta entrañable verlo en la pantalla porque es un automóvil muy querido en el recuerdo de los argentinos (y aún se ven varios por las calles). Y el momento en el cual Ariel se pone la corona es muy significativo porque ahí se transforma en el verdadero "rey del Once", tomando la posta del lugar que ejerció su padre. Recomiendo mucho esta película que, aunque parece circunscripta a la comunidad judía argentina, toca temas universales.-
Un abrazo, Bet.-
Qué manera más bonita de introducirme en esta película que desconocía. De Daniel Burman había oído hablar por El abrazo partido, que tampoco he visto.
ResponderBorrarEl rey del Once me ha llamado la atención por un montón de cosas que mencionas en el texto y que marcan los cinco motivos por los que amas la película. Qué ganas de conseguirla, verla y volver a leer tu texto.
Me chifla cuando en una película un barrio o una ciudad es un protagonista más.
Beso
Hildy
Mi queridísima Hildy, para mí esta película fue un redescubrimiento porque la había visto una vez (debe haber sido en 2019 si no antes) pero me había gustado y nada más. Luego, en 2020 di con un libro que trae el guión comentado escena por escena por el director, con algunas fotos del rodaje y fotogramas, libro que compré porque es de una calidad hermosa la edición. Pero ahora en este nuevo visionado que se me presentó gracias al streaming (de a poco voy cediendo a sus encantos), me gustó muchísimo.-
BorrarDe Burman seguí sus primeras películas, es el director argentino que mejor retrata la vida de las comunidades judías de Buenos Aires así que me toca muy de cerca, porque de allí provengo, pero luego me alejé de él cuando empezó a explorar otros temas. Sin embargo, como le decía a Manuel en el comentario anterior, creo que la película tiene un interés universal como todas las que abordan la dinámica entre padres e hijos. Si lográs dar con ella, me encantará conocer tu opinión.-
Un abrazo enorme, Bet.-