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Cine con música de fondo: Camille (La dama de las camelias) - Ray C. Smallwood, 1921.-


La máquina de escribir de Hildy Johnson me hizo descubrir La Bohème (Vida bohemia), de King Vidor, y a partir de allí entré en contacto con un universo pequeño pero fascinante: las adaptaciones cinematográficas silentes de temas que en su mayoría provienen de la literatura, pero que fueron popularizados por óperas u operetas. Hasta ahora logré dar con tres ejemplos de esta conjunción de tres formas de arte: The Merry Widow de Erich von Stroheim, dos versiones de Carmen (una dirigida por Cecil B. DeMille en 1915 y otra de Ernst Lubitsch, de 1918) y esta de Camille; pero según mis averiguaciones existe también una Madama Butterfly dirigida por Sidney Olcott y protagonizada por Mary Pickford, y una Manon Lescaut dirigida por Arthur Robison y protagonizada por Lya De Putti (la actriz favorita de Sally Bowles, personaje protagónico de Cabaret).-
Camille transporta la historia a los años ‘20 y se aparta bastante de la estructura de la novela de Alejandro Dumas hijo en la cual está basada, adoptando una similar a la de la ópera de Verdi: un primer acto en el cual los protagonistas se conocen en París, un segundo acto dividido en dos cuadros (el primero transcurre en el campo y el segundo en una casa de juegos parisina) y el tercero correspondiente al desenlace, que sí es coincidente con el de la novela y difiere del de la ópera.-
Los protagonistas de la historia son Marguerite Gautier (Alla Nazimova), una cortesana moderna apodada “La dama de las camelias”, y su joven enamorado Armand Duval (Rudolph Valentino). Desde el comienzo Marguerite es mostrada como una mujer superficial y ambiciosa, dispuesta a abandonar a su amante de turno por un candidato más acaudalado. Los hombres que la rodean conocen y aceptan las reglas del juego y Marguerite mejor que nadie reconoce la futilidad de su existencia. Pero al mismo tiempo, la dama de las camelias es de salud frágil y sabe ser gentil con aquellos que lo merecen: su criada Nanine (Elinor Oliver) y su amiga Nichette (Patsy Ruth Miller), que es la contracara de Marguerite. Ambas se conocieron cuando trabajaban en el taller de costura de Prudence (Zeffie Tilbury), a su vez una antigua cortesana, pero a diferencia de Marguerite, Nichette es sencilla y pura. Es lo que Margueritte hubiera debido ser…



Uno de los aspectos más interesantes de Camille está dado por la manera en la que los decorados diseñados por Natacha Rambova ayudan a contar la historia (en la casa de juegos Rambova incluso incluyó un diseño de telaraña, volviéndose un poco literal). El departamento de Marguerite es una pieza de escenografía maravillosa, abundante en motivos florales pero en la cual no hay ningún elemento vivo, todo es falso, frío y estático. Y tampoco existen espacios privados: la puerta del dormitorio de Marguerite es de vidrio y está apenas cubierta por un cortinado transparente. Todo está a la vista y sin embargo nadie parece ver. Cuando Marguerite se refugia en su dormitorio para recuperarse de un acceso de tos, sus amigos continúan con su diversión primitiva y minimizan el padecimiento de su anfitriona. Todos excepto Armand. El joven es el único que parece tener la capacidad de ver a través de la fachada de la dama de las camelias. Eso causa que la interpretación de Valentino sea un tanto estática en la primera mitad de la película (la escasa química entre los protagonistas no ayuda, es verdad) y es que Armand básicamente observa y espera, intenta ser un pilar de serenidad y de humildad para Marguerite. Sólo en la segunda mitad, luego de que Marguerite abandona a Armand por pedido del Sr. Duval (William Orlamond), Valentino tiene más oportunidades para demostrar emociones. La escena en la cual Armand confronta a Marguerite en la casa de juegos es especialmente emocionante en cualquiera de las versiones de la historia.-



Los decorados del departamento y de la casa de juegos están además plagados de arcos de medio punto y de otros elementos circulares, símbolos que no sólo remiten a la feminidad y la sensualidad sino, esencialmente, a lo perpetuo o infinito. Se refleja, así, la invariabilidad del destino de Marguerite: aunque intente cambiar su vida, una fuerza invisible la arrastra una y otra vez a un camino de autodestrucción (es notable que en la casa de campo, por ejemplo, las líneas tienden a ser rectas, pero este cambio no dura más que una temporada). La historia misma es circular: comienza y termina en París en el invierno. E incluso el cabello de Marguerite es circular, lo cual permite un bello efecto en el final, con un haz de luz que se refleja en su nuca a modo de halo purificador.-
Hacia el final, el sacrificio de Marguerite es absoluto, muere alejada de su amor pero con una última concesión de parte de los hombres encargados de tasar sus posesiones: le permiten conservar el volumen de Manon Lescaut de Prévost que Armand le regaló con la dedicatoria “Manon a Marguerite, humildad”.-

Comentarios

  1. Queridísima Bet, mil gracias por la mención y por el artículo interesante que has escrito: cómo en el cine confluyeron varias artes y tipos de espectáculo... Y uno de ellos la Ópera... ¡en el cine mudo!
    La película que reseñas pude verla hace bastantes años y me llamó muchísimo la atención los espacios y un espíritu puro años 20. También la vi para entender el fenómeno Rodolfo Valentino, un actor sobre el que he leído más que la oportunidad de ver algunos títulos de su filmografía.

    Beso
    Hildy

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    Respuestas
    1. Estoy fascinada por este tema de las películas mudas basadas en óperas (técnicamente, están basadas en novelas, pero ¿cuántas personas leen en la actualidad La dama de las Camelias o Carmen? Seguro que muchas menos que las que han visto las óperas). Me causa admiración que aquellos primeros realizadores no se pusieran ningún límite, ni siquiera al adaptar un tema proveniente de una forma de arte en la cual el sonido lo es (casi) todo. Y creo que jamás me hubiera imaginado que existiera este sub-género si no hubiera leído tu texto sobre La Bohème.-
      Esta fue mi primera peli de Valentino, y la verdad, estoy como vos, tratando de entender el fenómeno Valentino. Hasta ahora, no ha sucedido nada, sigo quedándome toda la vida con John Gilbert, jaja.-
      Te mando un beso grande, Bet.-

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