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Seguidilla de pelis de horror.-

Se me dio por ver películas de horror del período pre-code. Normalmente no me gustan las pelis “de miedo” (no soporto la expectativa de pasar la noche temblando por el monstruo que puede encontrarse debajo de mi cama) pero hace tiempo que leí sobre estas películas en Dangerous Men, el excelente libro sobre los hombres del período pre-code escrito por Mick LaSalle y la idea de descubrirlas ronda desde entonces en mi cabeza. Algunas de ellas contienen imágenes que han pasado a la historia, como Dracula o Frankenstein; otras son protagonizadas por algunos de mis favoritos, como Dr Jekyll and Mr Hyde (Fredric March) o The Invisible Man (Claude Rains); otras me intrigan mucho, como Island of Lost Souls o Bride of Frankenstein (la única no pre-code en mi selección. Los invito a perderse conmigo por rincones mal iluminados y poblados por personajes de aspecto siniestro. Por ahora sólo abordaré tres películas, porque me da demasiado miedo hacerlas todas. ¿Se animan a acompañarme?

Dracula (Drácula) - Tod Browning, 1931.-


Con un ritmo aletargado y un ambiente de sueños (¿o pesadillas?) Browning nos transporta a un universo que resulta a la vez inquietante y atrayente, como el propio Conde Drácula.-
Esta versión de Dracula, con su ausencia de elementos explícitamente terroríficos, nos habla de algunos temas típicos del pre-code. En primer lugar, hay un subtexto de homosexualidad y de transmisión de enfermedades venéreas en Dracula que los censores no lograron detener. Luego de ofrecer su sangre de beber al agente de bienes raíces Renfield (Dwight Frye), es Drácula (Bela Lugosi) y no sus esposas quien succiona la sangre del pobre joven al que transforma en su esclavo. Curiosamente, los censores sí lograron la eliminación del final de una escena que así como quedó en la edición final nos deja a Renfield avalanzándose sobre una mucama en la forma más perturbadora.-
Paralelamente, no es casual que este elemento de destrucción se instale entre las clases más acomodadas. Los aldeanos de las primeras escenas y el enfermero de la segunda parte saben mantenerse alejados del Conde, pero son el Dr. Seward (Herbert Bunston), su hija Mina (Helen Chandler) y la amiga de ésta (Frances Dade) quienes se dejan encantar por Drácula. De este modo, la corrupción de la Sociedad emana - de acuerdo a la visión de los años de la Depresión - desde arriba. Es esta misma clase, pese a sus diplomas y esfuerzos científicos, la que fracasa en la contención del mal (Van Helsing, interpretado por Edward Van Sloan, debe valerse de una simple estaca de madera para destruir al vampiro). Y es que, más allá de que la interpretación de Bela Lugosi vista con casi ochenta años de distancia divida las aguas, el terror aquí no radica en la visión de sangre (que no hay) o en una apariencia monstruosa del Vampiro (que no es tal). Lo que horroriza es el mal pueda colarse en una sociedad bajo una apariencia seductora y pasar inadvertido hasta que es demasiado tarde. Y eso sí que da miedo.-

Frankenstein (El doctor Frankenstein) - James Whale, 1931.-


Frente a Dracula, Frankenstein representa un adelanto considerable en términos de calidad general de la película. El ritmo y las interpretaciones son mucho más parejos y la cinematografía es de un claroscuro inquietante. Aquí no estamos en el mundo de los sueños sino en la realidad más concreta y eso da todavía más miedo…
En este caso, el Monstruo (interpretado magistralmente por un Boris Karloff que sin embargo no figura en los títulos iniciales) es quien inspira toda la compasión. El Dr. Frankenstein (Colin Clive) no hace más que jugar a ser Dios, no tiene ningún interés por vencer a la muerte, lo que descubre no es una forma de revivir a los muertos - lo que le hubiera permitido salvar vidas - sino que busca crear un hombre a su imagen y semejanza (por eso el Monstruo está cocido de partes de diferentes cadáveres en lugar de ser una sola pieza). Su asistente Fritz (Dwight Frye en otra interpretación breve pero impactante) es sádico además de ser el culpable de que el Monstruo tenga el cerebro de un criminal. El Barón Frankenstein (Frederick Kerr) y el Dr. Waldman (Edward Van Sloan), el padre y el mentor de Frankenstein no son más que representantes de una Sociedad rancia. Y Elizabeth (Mae Clarke), la prometida del doctor, y Victor Moritz (John Boles), su amigo y rival amoroso en secreto, no tienen el suficiente desarrollo como personajes como para que nos interesemos por ellos.-
Resulta interesante considerar que Frankenstein la ciencia es presentada en conjunción con la muerte y la destrucción más que con la vida y la regeneración. Los avances tecnológicos permiten formas de matar más eficientes (el primer cuerpo del que Frankenstein intenta extraer un cerebro no le sirve, porque la persona murió por el primitivo medio del ahorcamiento) y formas artificiales de prolongar una vida que no debía ser. El verdadero dilema que nos propone la película es determinar qué poder tenía Frankenstein para decidir la creación de vida y qué responsabilidad tiene luego sobre las acciones de esa vida. Y algo más complejo aún: cuando el Monstruo destruye accidentalmente al único ser que le mostró amabilidad, se muestra ostensiblemente angustiado. ¿Es que acaso el Monstruo tiene un alma? Y si es así ¿cuándo la incorporó? ¿Con su creación o con este primer acto de bondad?
Nuevamente, el terror en esta película no surge exactamente de la apariencia del Monstruo sino de estas cuestiones que nos obligan a examinarnos a nosotros mismos y a las Sociedades en las que vivimos.-

Dr. Jekyll and Mr. Hyde (El hombre y el monstruo) - Rouben Mamoulian, 1931.-


Ese año lleno de monstruos terminó con el estreno, el 31 de diciembre, de la mejor película de este trío en mi opinión: Dr. Jekyll and Mr. Hyde. Desde la primera escena presenciamos una propuesta diferente. Con un largo plano subjetivo, Mamoulian nos identifica desde el comienzo con el protagonista: nosotros somos Jekyll (o tal vez seamos Hyde), sacando el máximo provecho posible del cine sonoro a través del recurso de la voz en off. Además, el uso del plano subjetivo resulta más que apropiado, porque esta es una historia que trata sobre el universo interior del ser.-
En distintas oportunidades Mamoulian recurre al plano subjetivo, aprovechándolo para enfatizar los distintos estados emocionales del protagonista. Así, durante las primeras escenas en las que acompañamos a Jekyll (un gigante Fredric March) en sus diversas actividades (su práctica de órgano, una disertación en la Universidad, la atención en la clínica gratuita, su declaración de amor a su prometida Muriel - Rose Hobart - y su encuentro con la prostituta Ivy - una Miriam Hopkins mejor que nunca, no encuentro palabras para describir su interpretación) la cámara se mantiene estable y con movimientos fluidos. Cuando Jekyll decide comenzar a experimentar con pociones en la liberación de su yo salvaje y logra la primera transformación, Mamoulian vuelve al plano subjetivo pero esta vez los movimientos son agitados y bruscos. Mientras que más adelante, cuando el propio Jekyll ya no gobierna su propio cuerpo, el uso de la cámara se vuelve más y más objetivo. Nosotros también abandonamos ese mundo interior.-
Otro efecto que el director explota al máximo es el de las transiciones con pantallas divididas que siempre muestran a los opuestos lado a lado: juventud y ancianidad, represión y desenfreno, virtud y pecado. Por unos segundos en nuestras pantallas habitan ambas facetas, como habitan también en el Hombre, según Jekyll.-
Dangerous Men, el libro que mencioné antes, hace una comparación muy interesante entre las versiones de 1920 y de 1931, enfatizando que en la primera Jekyll pierde el control a partir de entregarse a su deseo sexual mientras que en la segunda, el problema es la represión. En efecto, una y otra vez Jekyll implora a su prometida y a su futuro suegro (Halliwell Hobbes) que adelanten la boda. La ineficacia de este planteo lo empuja a adentrarse en caminos por los que pueda canalizar sus impulsos, con resutlados desastrosos. Aún no he visto la versión protagonizada por John Barrymore pero resulta interesante comparar las distintas versiones de la misma historia para notar el cambio en la representación de la sexualidad de hombres y mujeres en la década del ‘20 como algo peligroso (pensemos en Valentino, en Theda Bara, en la etapa vamp de Greta Garbo y en la impulsividad temprana de muchos de los personajes de John Gilbert) a la visión de los años ‘30, más relajada y divertida.-
Resulta también interesante analizar que la primera vez que Jekyll se transforma en Hyde lo hace en la seguridad de su laboratorio, sin mayores consecuencias. Es la segunda vez que consume la poción (ya con fines recreativos, dado que su investigación ha terminado) cuando las cosas se salen de control. Hay entonces aquí un segundo subtexto vinculado ya no con la sexualidad sino con el abuso de sustancias que no puede ser soslayado. Y que es magistralmente interpretado por March, en especial en la escena en la que comprueba lleno de angustia que ya no controla a Hyde. El maquillaje de March tal vez no horrorice a nuestros ojos modernos, pero la idea de un mundo en el que pueda existir la pérdida irrevocable de todo freno, de todo atisbo de civilización es la más terrorífica de todas.-

Comentarios

  1. ¡Qué tres peliculazas!¡Yo aluciné con la modernidad formal e innovadora de la película de Mamoulian! Qué joya de película. Pero las otras dos son también una maravilla. Y sus directores son interesantísimos. ¡Yo te acompaño en este viaje alucinante!¡Sin ninguna duda!¡Estas series tuyas son un lujo!
    Beso
    Hildy

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    Respuestas
    1. Me divertí mucho descubriendo estos monstruos y reencontrándome con Hyde (¿alguna vez March estuvo más apuesto que como Jekyll?). Venía posponiéndolo hacía mucho tiempo. Lo más impactante para mí, viendo estas películas en orden, fue descubrir los adelantos tecnológicos y de estéticos de una a la otra.-
      Por ahora he suspendido la serie, ya la retomaré, pero me embarqué en otro pequeño proyecto cinéfilo que a su vez fue interrumpido brevemente para dar lugar a dos películas relacionadas entre sí sobre las que ya me pondré a escribir algo...
      Te mando un beso enorme, esta vez desde la plena luz sin rincones espeluznantes, Bet.-

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