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That Uncertain Feeling (Lo que piensan las mujeres) - Ernst Lubitsch, 1941.-


¡Feliz cumpleaños, querido Ernst! Me gustaría poco a poco completar la filmografía de este director, uno de mis más queridos, así que quise traer esta película que nunca antes había visto.-

That Uncertain Feeling comienza con un episodio confuso que reúne a un grupo de damas en un tocador. La protagonista, Jill Baker (Merle Oberon), es asistida por sus amigas tras sufrir un episodio vergonzoso. Instada a ver a un psicólogo (Alan Mowbray), confiesa que su mal son los ataques de hipo. El fenómeno está vinculado, a criterio del especialista, con la rutina en la que ha caído el matrimonio de Jill tras seis años de feliz unión con Larry (Melvyn Douglas). Llevando ese pensamiento al extremo, Jill inicia una relación con Alexander Sebastian (no, no es Claude Rains en Notorious, sino Burgess Meredith), un pianista taciturno que consulta al mismo psicólogo que ella.-

Esta película, enmarcada en la filmografía de Lubitsch entre dos obras maestras tales como The Shop Around the Corner y To Be or Not to Be, podría ser considerada como una creación menor del director. No tiene la chispa a la que estamos acostumbrados y en un punto parece perder un poco el ritmo, pero no deja de tener encanto y hacia el final recupera el interés y nos deja con una sonrisa. Como siempre, Lubitsch hace un uso magnífico de la escenografía, en especial de esas puertas maravillosas que el director siempre utiliza con efectos dramáticos, pero también un cierto jarrón que perturba a Alexander y que funciona como un running gag y de las fotografías en el departamento de Jill que cambian de acuerdo al avance de la historia.-

Y tampoco faltan los dobles sentidos que le permiten a Lubitsch salirse con la suya en una forma asombrosa para 1941. He escrito esto muchas veces antes, pero siempre me sorprende la destreza de algunos directores para saltar por encima de las restricciones del Código Hays, lo cual me hace preguntarme si me gusta más el cine pre-code o el posterior a la imposición del Código. Esfuerzos como este me hacen inclinar la balanza por la segunda opción. Aquí, bajo el ropaje de la comedia (que fue un género, junto con el de los musicales, al que se le permitieron cosas que nunca hubieron sido aprobadas en una película dramática), se explora la desigual satisfacción amorosa entre Jill y Larry, la “inhibición” de Alexander, la infidelidad y las posibilidades que sobrevienen a ella.-

Pero Lubitsch no sólo brilla en sus dobles sentidos; como bien sabemos es un genio creando escenas cargadas de sensibilidad o bien tensando la cuerda del ridículo que sufren los personajes en situaciones forzadas. Dos escenas en particular tienen ese encanto que te hacen dar ganas de levantarte de tu asiento para darle un abrazo a Lubitsch. En la primera Larry encabeza una cena elegante en su casa para agasajar a un grupo de clientes húngaros (Larry es promotor de seguros) y en el momento preciso le indica a Jill que haga un brindis en húngaro con una palabra que le ha enseñado los días previos. El gesto de hospitalidad provoca que este grupo de expatriados se ilumine y comience a hablar en húngaro, recordando su patria. En la segunda escena Larry y Jill deben montar una escena en la oficina de su abogado (Harry Davenport), bajo la atenta mirada de Alexander, para que la secretaria del abogado (Eve Arden) pueda atestiguar que Larry es violento y dar causa al divorcio. La ineptitud del matrimonio para fingir una pelea y las intervenciones de los testigos de la escena resultan en la escena más graciosa de la película.- 

Y no falta el comentario crítico sobre las clases acomodadas (en un momento Larry le echa en cara a Jill que nunca tuvo que trabajar para ganarse el pan, a diferencia de la secretaria de su abogado) y la parodia del arte moderno y del alma torturada del artista en general, encarnado en el personaje de Alexander.-

El único problema es que, como mencioné, durante la sección media la película pierde un poco de ritmo. Merle Oberon y Burgess Meredith no son los primeros nombres que se vienen a la memoria cuando uno piensa en comediantes y sus escenas languidecen un poco (sólo un poco) cuando Melvyn Douglas (¡cuánto me gusta este actor!) no está allí para aligerar las cosas. Por otro lado, muchas de las situaciones o gags que vemos aparecen mejor logrados en otras películas del director. Sin embargo, That Uncertain Feeling merece su lugar en el universo de Lubitsch y es una buena opción para recordarlo como uno de los directores más geniales que hayan existido jamás.-

Nota: esta película es de dominio público, por lo cual está disponible (en copias de menor calidad) en Youtube. Dejo a continuación dos enlaces, uno con el audio original y otro con doblaje en español.-




Comentarios

  1. Tengo que volver a verla. La tengo bastante olvidada, pero como siempre me ha encantado leerte.
    Me resulta muy interesante lo que comentas: cómo los directores trataban de sortear el código Hays para poder reflejar lo que les interesaba realmente. Y cómo esto hace apasionante el análisis de las películas una vez impuesto el código.
    Y por otra parte tu alabanza a Melvyn Douglas, creo que hoy es un actor muy olvidado, pero qué gusto da encontrárselo en muchas películas clásicas, aunque me faltan muchas por ver de su filmografía. Siempre le relaciono con Ninotchka, una película que amo. Me pasa algo curioso. A veces mezclo a Melvyn Douglas en las películas de William Powell y viceversa. Powell es otro actor a reivindicar.

    Beso
    Hildy

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    Respuestas
    1. Querida Hildy, me ha divertido mucho imaginar a Douglas cruzando la pantalla por error en las películas de Powell y viceversa, a lo Rosa Púrpura de El Cairo, jajaja, ¿te imaginás? Yo no he visto tantas películas de Powell, pero me quedó grabado en su papel de Godfrey, es decir como el tipo más bien serio y de comentarios agudos que es testigo del caos ajeno (aunque tiene una escena de borrachera inolvidable en esa película), más que como cómico él mismo. Seguramente es una imagen no del todo precisa. Lo que no pude ver es The Tin Man, empecé con la primera y no me gustó ni un poquito.-
      La cuestión de las pequeñas excepciones al Código es algo que me fascina, siempre vuelvo a ese punto porque lo encuentro casi casi más interesante que los "desenfrenos" del pre-code.-
      Te mando un abrazo enorme, Bet.-

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