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Nuevo abecedario de cine (Edición musicales): M.-

The Merry Widow (La viuda alegre) - Ernst Lubitsch, 1934.-




¡Qué difícil es capturar una pompa de jabón! Así me siento ante la tarea de reseñar esta película. O cualquier película de Lubitsch para ser sincera… Hace varios años escribí en este blog, citando algo que había leído en Internet, que si una copa de champagne pudiera transformarse en cine, sería Trouble in Paradise de Ernst Lubitsch. Permítaseme hoy extender ese concepto y decir que si una copa de champagne pudiera transformarse en un cineasta, sería Lubitsch en persona. Cada película de él que descubro me confirma que si acaso debiera elegir un director para ver y rever por el resto de mis días, sería Lubitsch para siempre apareciendo en bucle en mi pantalla.- 

Ahora tocó ver por primera vez The Merry Widow (no me pregunten porqué nunca la había visto antes, la pobre calidad de la copia a mi disposición tal vez tenga algo que ver con ello, aunque para el segundo visionado me hice de una mejor) y no podría haber sido una experiencia más deliciosa. Todo en esta película es impecable (con la pequeñísima imperfección que destaca la belleza del conjunto, ya hablaré de ella): la historia por supuesto, el elenco, el ritmo, la voluptuosidad visual, el tono pícaro y ese famoso “toque Lubitsch” indefinible.-

El material de base es por supuesto la opereta de Franz Lehár aunque aquí, como en la versión de 1925 dirigida por Erich von Stroheim, hay muchos cambios en la trama. El Conde Danilo (Maurice Chevalier), el mayor seductor del pequeño reino centroeuropeo de Marshovia, es enviado por el Rey Achmed (George Barbier) a París para conquistar a la viuda más acaudalada del país y así hacerla regresar antes de que se case con un extranjero y Marshovia pierda para siempre sus millones. Danilo acepta gustoso porque adora ir a París pero sobre todo porque la misión le permite huir antes de que el Rey lo mande a ejecutar por haber seducido a la Reina Dolores (Una Merkel). Lo que Danilo no sabe (pero nosotros sí) es que la viuda no es otra que la desconocida a la que encontrará en Chez Maxim’s bajo el nombre de Fifi y que lleva el rostro de Jeanette MacDonald.-

Una aclaración previa que cabe hacer es que esta película es de 1934 pero de la segunda mitad, cuando el Código de Producción ya estaba vigente. ¿Le hace alguna diferencia? No realmente. Jeanette MacDonald sigue siendo la reina de la lencería (tal vez no de tanta ni de materiales tan ligeros, la película transcurre en 1885 después de todo), Maurice Chevalier sigue siendo el sonriente seductor del brillo pícaro en los ojos, Maxim’s se convierte en un burdel donde clientes y cortesanas lo pasan igual de genial y una reina puede tener tantos sueños de amor como una viuda sin que nadie pierda la compostura. Y eso me lleva nuevamente a mi antiguo dilema: el cine pre-code es fascinante pero creo que prefiero el cine del Código en cuanto en sus transgresiones, nos regala joyas como esta.-

Esta versión está llena de momentos inolvidables, como aquel en el cual Danilo intenta zafarse de la furia del Rey tras haber sido encontrado en el dormitorio de la Reina, y convence a Achmed de que lo mejor es fingir que todos están dialogando como viejos amigos. O el encuentro fortuito entre Danilo y un caballero con cara del querido Edward Everett Horton que empieza como invitación a un duelo y termina a los abrazos, para desconcierto de la damita presente. O la escena en la cual Danilo y Fifi se llaman civilizadamente al orden por lo que ocurre debajo de la mesa. O aquella en la cual el Rey y la Reina preparan la mudanza con la ayuda de su fiel valet (Donald Meek).-

Y momentos visuales inolvidables también. Lubitsch era un genio para hacer danzar la cámara y si bien The Merry Widow tiene muchos momentos de cámara fija en la que el director deja hacer a sus actores en tomas largas, también sabe cuándo acompañar la acción con el movimiento. Así, la primera vez que suena el famoso vals Danilo se niega a bailar (está todo enfurruñado porque no logró concretar su maniobra de seducción) y la cámara toma su lugar balanceándose y haciendo giros junto a Fifi hasta que el galán desairado no pude más y se une a la diversión (les dejo el clip a continuación porque es imperdible). Más adelante, Lubitsch nos deslumbra  a la hora del baile en la embajada con su propia versión del caleidoscopio de Busby Berkley, haciendo girar a la pareja principal mil veces por salones que van llenándose hasta el infinito. Como parte de los momentos visuales tenemos también las inevitables elipsis o las repeticiones con variaciones por las que Lubitsch es recordado, como aquella secuencia en la que las doncellas de Sonia (la viuda alegre) van guardando uno a uno los ítems de su atuendo de luto estricto en un guardarropas que después se transforma en claro y jovial con la llegada de la primavera (hasta su perrito faldero cambia de color, brillante).-



El único momento en donde la película entra en un jardín del cual no es seguro que vaya a poder salir bien parada (pero claro que lo logra, ¡es Lubitsch!) es la corte marcial que se promueve contra Danielo en el tercer acto, por haber divulgado secretos de Estado a las chicas de Maxim’s. Este juicio me hizo acordar a una escena de The Count of Monte Cristo de ese mismo año (no sé si la escenografía es similar o qué otro detalle unió ambos momentos de cine en mi memoria): sirve para que Danilo y Sonia se reencuentren luego de su malentendido en la embajada y no está desprovista de humor pero es estática y parece un pelín fuera de órbita luego del ritmo imparable que la película tiene hasta ese momento. Hay también algo que parece haber quedado como colofón de una escena eliminada, porque el embajador (es Edward Everett Horton) aparece en silla de ruedas pero luego se lo ve de nuevo de pie milagrosamente recuperado de lo que sea que haya sufrido. Esta escena no forma parte de la historia original y no era la única alternativa posible para la resolución de la historia, ni siquiera creo que fuera la mejor, pero da pie a que los protagonistas tengan una reunión final en circunstancias de las que no pueden escapar (literalmente) si no es juntos, así que queda aprobada.-

Por último, no quiero terminar la reseña sin referirme a la maravilla que significó que Maurice Chevalier protagonizara esta película junto a Jeanette MacDonald, en su última colaboración con Ernst Lubitsch. Muchas veces aparecen oportunidades desperdiciadas, elencos perfectos en películas de ejecución mediocre, ideas fantásticas que no cuentan con los actores ideales, mil variantes de cosas que debieron resultar maravillosas y fracasaron artísticamente por algún motivo u otro. Y luego están las piezas en las que todos los elementos encajan como mecanismo de relojería y nos regalan momentos de cine perfectos. Si acaso alguna vez existió un director ideal para llevar a la pantalla el espíritu de esta opereta de la belle epoque, es Lubitsch. Si pasó por Hollywood un artista que pudiera encarnar la joie de vivre de Danilo, ese estallido de vitalidad, despreocupación y entrega amorosa, es Chevalier. Y su escena en Maxim’s es de una naturalidad tal que casi parece que el propio cantante estuviera entrando en el lugar del que nunca se fue, pertenece allí de una manera gloriosa, entre todas esas mujeres que lo festejan y lo consienten. Cerrando el círculo está MacDonald que no sólo tiene el registro adecuado para las canciones sino que además encarna esa conjunción de desparpajo y sofisticación que el rol requiere y que hace tan buen equilibrio con lo que propone Chevalier. Leí que para este momento su relación no era buena pero independientemente de ello, su química en la pantalla es impecable.-

Me queda la sensación maravillosa de haber descubierto una joya que hasta este momento ignoraba y que me sirvió como excusa para revisitar la opereta de Lehár. Recomiendo mil veces la versión presentada en el Metropolitan Opera en 2015 protagonizada por Renée Fleming y Nathan Gunn, se puede ver en la plataforma de streaming con la prueba gratis de siete días para quien no quiera suscribirse. Dejo el avance para ver si logro tentarlos, mientras me retiro dando giros de vals.-




Comentarios

  1. Hola Bet
    Me ha gustado mucho tu "viuda alegre" y me ha recordado lo mucho que se parece a "la zarina" comenzada a preparar por Lubitsch pero realizada por Preminger; el gran guiñol es muy parecido pero con unos dardos hacía Rusia.
    Me hace gracia que, como vemos en esta y en muchas de Cary Grant, el primer Hollywood en cuanto había infidelidades ponían la acción en París (hasta que se dieron cuenta que le estaban haciendo la campaña gratis) por el otro lado si había muertes escabrosas, casualmente, era Londres.
    Un saludo, Manuel.

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    Respuestas
    1. ¡Ay, no he visto todavía "La zarina"! El elenco es tentador, me intriga saber cuánto de Lubitsch quedó en pie tras su forzado reemplazo por Preminger.-
      Jaja, el estilo de vida "continental" (léase, libertino) reinaba en el París de Hollywood hasta que Italia fue "descubierta" en los años '50 con la irrupción de las divas de ese país.-
      Muchas gracias por su mensaje, disfruté mucho de esta película aunque luego me costó ponerle palabras a tanto gozo cinéfilo.-
      Le mando un abrazo, Bet.-

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  2. Si es que Lubitsch tiene una filmografía absolutamente exquisita y elegante. Qué manera de contar. Qué personajes. Qué situaciones. Cuánto detalle. Cuánto toque...
    Creo que no es difícil caer en las garras de este director. Yo hay en películas de este caballero que me gustaría entrar, como la Cecilia de La Rosa Púrpura del Cairo.
    Qué bonito me lo has contado.
    Beso
    Hildy

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    Respuestas
    1. ¡Absolutamente de acuerdo, querida Hildy! Yo también querría vivir en una película de Lubitsch, aún en Broken lullaby o To be or not to be (mejor no mencionemos Design for living, que no quiero dar una impresión equivocada, jajaja).-
      Esta película me ha dejado embobada, hasta Chevalier me pareció sexy, cosa que no hubiera dicho antes. De paso aproveché para repasar Gigi, la cual no había visto en muchos años, y que marca una hermosa continuidad con el universo de Lubitsch.-
      Te mando un abrazo de vals enorme, Bet.-

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