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American Film Institute, 100 años… 100 películas (#94 y #93).-

Puesto Nº 94: Goodfellas (1990).-


Confesión número uno: no me gusta el cine de Scorsese. Siempre pensé que se debía a la larga duración de sus películas (pocas historias ameritan más de dos horas de duración, seamos sinceros) pero viendo Goodfellas (que tampoco es tan larga) descubrí que en realidad no es un problema de duración sino de estructura. En las películas de este director que he visto (con la probable excepción de Cape Fear, pero ahí había un fuerte material de base) la historia se estructura en base a una serie de viñetas que destacan a un personaje o a otro, pero que no siempre conducen a la historia central. Casi recuerdan a uno de esos murales gigantescos que aúnan distintas escenas un tema general o (por usar un ejemplo más en boga) a una maratón de series de fin de semana, en donde cada parte puede ser interesante si la consideramos individualmente pero el conjunto es abrumador e imposible de distinguir de otra obra.-
En este caso, el narrador es Henry Hill (Ray Liotta) - y en ocasiones su esposa Karen (Lorraine Bracco) - un muchacho italo-irlandés que, fascinado por los gangsters de su calle, se une a la organización y escala posiciones hasta llegar a comandar un negocio de tráfico de cocaína que eventualmente producirá su caída. En la carrera criminal de Henry tienen particular relevancia su mentor James Conway (Robert De Niro), también descendiente de irlandeses, y un aspirante a capo, el volátil Tommy DeVito (Joe Pesci), todos los cuales forman parte de la organización de Paul Cicero (Paul Sorvino).-
Como dije, mi sensación frente a esta película es que está construida en base a una serie de viñetas en las que Scorsese de demora demasiado (por ejemplo, la vida familiar en el seno de la pandilla o los excesos de Tommy) hasta caer en la reiteración. Y no es que los personajes que muestra no sean interesantes, pero creo que Scorsese los retrata con más curiosidad que cariño. Así, a la hora y media de película yo ya estaba lista para ir cerrando y Scorsese aún estaba calentando motores y a las dos horas (en una escena de particular dramatismo) ya no me importaba lo que sucediera con Henry con tal de que la peli terminara, pero todavía faltaba casi media hora.-
Y digo que no siento que haya cariño por los personajes de parte del director porque no hay un verdadero involucramiento ni siquiera con el protagonista. En efecto, recorremos la vida de Henry y en el final, cuando el héroe se enfrenta con una decisión que contradice los principios que ha aplicado toda su vida… pffff. No hay un momento de deliberación, de duda, de consideración, nada… Tampoco me convenció que parte de la narración recayera en Karen, claramente la historia está contada desde el punto de vista de Henry y la intrusión de Karen en la narración parece corresponder a una línea argumental abortada.-
Inevitablemente, a lo largo de Goodfellas (y a medida que aumentaba mi fastidio) vinieron a mi mente imágenes de White Heat (ese cuerpo en el baúl de un auto del comienzo) y de A Bronx Tale (otra historia de un muchacho fascinado por la Mafia, con mucho más alma que esta) y curiosidad por Jimmy The Gent, una peli de James Cagney que no he visto y de cuyo título toma Scorsese el apodo de Conway. Me llevo muchas puntas después de este visionado, ninguna de las cuales lamentablemente me traen de regreso a Scorsese.-
Claramente, no creo que esta película pertenezca a la lista. Hay otras dos películas de Martin Scorsese aquí además de otras pelis de gangsters y de omisiones asombrosas en torno a este género, de modo que pienso que la inclusión de Goodfellas no aporta demasiado.-

Puesto Nº 93: The Apartment (1960).-


Confesión número dos: a veces invento secuelas en mis sueños. Literalmente. Muchas veces estoy durmiendo cuando de pronto me sorprendo soñando escenas de secuelas nunca filmadas, usualmente de películas que vi el día anterior y que quedaron resonando en mi cabeza. Habitualmente tomo estos sueños como confirmación de que una película me impactó de veras y se quedó conmigo. Eso me sucedió anoche con The Apartment. La primera vez que vi la película hace varios años atrás, no me gustó. Siempre me molestó este mal primer encuentro porque esta película suele aparecer en la conversación con mi querida Hildy, pero siendo sincera debo decir que no creo que hubiera vuelto a ella de no ser por esta lista, al menos no en el futuro cercano, porque no creí que mi opinión fuera a cambiar con un segundo visionado. Pues ¿adivinen qué?
C.C. “Buddy” Baxter (Jack Lemmon) es un empleado entre decenas de miles de una compañía de seguros neoyorquina que aspira a ascender en la empresa a fuerza de favores personales a sus superiores. ¿Qué hace Buddy? Les presta la llave de su apartamento para sus amoríos clandestinos. Este mecanismo resulta bastante problemático para Buddy, pero no puede evitar decir que sí ya sea ante citas concertadas con antelación o bien espontáneas. Las cosas se complican del todo cuando el presidente de la compañía, el Sr. Sheldrake (Fred MacMurray) comienza a usar el departamento para encontrarse con Fran Kubelik (Shirley MacLaine), la única chica que le gusta a Buddy.-
Billy Wilder lo hace todo bien aquí en su triple rol de director, productor y co-guionista. Estéticamente la película es perfecta, de un blanco y negro agudo obra de Joseph LaShelle, con movimientos de cámara fluidos y para nada invasivos y una combinación armónica de locaciones con escenografías de estudio muy realistas. El guión (del cual el otro autor es I. A. L. Diamond) es compacto y funciona tanto como pieza de época y como obra atemporal. Como pieza de época es una cápsula deliciosa de ese tiempo de transición entre los años ‘50 y los ‘60 y allí están la televisión, la revolución sexual (esa maravillosa fiesta en la oficina en donde varias parejas se besan sin tapujos y tiene lugar un principio de striptease), la reciente revolución cubana y la palabra beatnik como insulto gritado por una vecina conservadora. Estos elementos están en insertos en la historia pero también en la misma película (diez años antes esta historia se hubiera contado de una forma completamente distinta o no se hubiera contado en absoluto) y en ese sentido existe un diálogo maravilloso entre contenido y continente en The Apartment. Como obra atemporal, dejando de lado la ternura condescendiente que nos produce ese televisor con su control remoto o ver a Buddy buscando sus contactos en un rolodex (los tacos calendarios en los que anota los “turnos” de su apartamento todavía se ven por estos lados, aunque esta servidora no los utiliza), la historia podría suceder tranquilamente en esta época, no ha perdido un gramo de vigencia (pero por favor, que nadie se lance a hacer una remake que así estamos bien).-
En cuanto a la consistencia del guión, últimamente en este foro estuve renegando mucho contra las digresiones estériles; pues aquí no hay elementos desperdiciados y cada historia secundaria por la que un guionista poco experimentado se hubiera ido de paseo (por ejemplo, el desengaño de amor juvenil de Buddy) es traído para dar relieve a los personajes pero no transformado en una nueva película dentro de la película. Hay además una apelación permanente al naturalismo. Esto puede parecer una tontería, pero hay una escena en la que Buddy mete una bandeja de aluminio en el horno y sale al pasillo a sacar la basura, en donde es demorado por su vecino el Dr. Dreyfuss (Jack Kruschen). Mi instinto me preparó para que al regresar Buddy encuentre su departamento lleno de humo o que al menos se queme al tomar la bandeja caliente con sus manos, distraído o perturbado por el discurso moralizador de su vecino. Ese hubiera sido el lugar común. Sin embargo, nada de eso pasa, Buddy simplemente regresa, saca su comida del horno y la come frente a la tele. Esa simplicidad, esa resistencia a la tentación de transformar todo en un gag me desarmó.-
Wilder también resiste la tentación de mostrar un final con beso incluido y eso también me resultó fascinante. En una historia en la cual todos se toman el amor (por ponerle un nombre) tan a la ligera, me gusta mucho ese final tímido y sincero.-
Y también está en The Apartment la permanente referencia al cine, tanto desde lo estético (con citas a The Crowd) como desde la mención expresa (me derritió que Buddy estuviera tan entusiasmado ante la perspectiva de ver Grand Hotel, una peli estrenada veinte años antes de la época en la que transcurre y fue filmada The Apartment, en lugar de elegir un contenido más moderno o un western, jaja).-
Lo único que me faltó en esta película es un momento dedicado a la resolución final de Buddy, la cual se produce sin transición entre un momento y otro (sí existe, en cambio, una escena así para Fran y es una delicia). Pero en el contexto general de la película no es una carencia significativa. La pregunta aquí no es si pertenece o no a esta lista sino por qué no está en un puesto más alto (en la edición de 2007 está en el puesto número 80, lo cual sigue siendo poco). Esta película es maravillosa de punta a punta, es una gran comedia-romántica adulta, con no pocos elementos dramáticos, con muchos elementos de inspiración para sus sucesoras (el más caro a los sentimientos de esta espectadora es esa corrida minutos alrededor del Año Nuevo que nos remite inmediatamente al final de When Harry met Sally…) y con dos personajes redondos, complejos y auténticos, de esos que te gustaría cruzarte en la vida. En lo personal, me quedaría con el hombre que reparta una mano de gin-rummy cuando yo me sienta como un espejo roto.-

Bonus track: celebración y pequeño anuncio.-
De mi paso por Goodfellas y The Apartment me han surgido algunas conexiones a explorar o revisitar que serán reseñadas hacia el fin de semana, pero no quise dejar pasar este día 29 de enero sin recordar al querido Ernst Lubitsch, cuyo cumpleaños se celebraba justamente en esta fecha y cuyas películas siempre me hacen feliz por el solo hecho de existir y estar disponibles para mí en toda su belleza. Acompáñenme, pues, a seguir girando en la órbita de las películas de hoy con una entrada que publicaré el día sábado, pero por hoy demos una vuelta por el universo Lubitsch.-



Si tuviera que dar una respuesta pronta, diría que mi película favorita de Lubitsch es Design for Living, pero si alguien me pidiera que le nombrara la película más emblemática del director, probablemente contestaría Trouble in Paradise, que es además una película muy querida por mí porque estoy casi segura de que fue la primera película precode que vi en mi vida. Me dispuse, entonces, a celebrar el cumpleaños de Lubitsch revisitando esta película.-
Trouble in Paradise es de una perfección que desarma: desde los primeros minutos nos mete de lleno en una historia sobre farsantes, encuentros amorosos nocturnos y ladrones. Y ya se sabe que para que haya ladrones, tiene que haber víctimas también. En este caso, la primera víctima del célebre ladrón Gaston Monescu (Herbert Marshall) que conocemos es François Filiba (Edward Everett Horton) a quien le roban veinte mil liras de su suite real en un lujoso hotel de Venecia. Pero Gaston no vive sólo de robos, esa misma noche tiene cita con una condesa con el rostro de Miriam Hopkins, que no resulta ser otra que Lily, una colega de fechorías. Un año más tarde, Gaston y Lily están pasando una época dura pero ven una oportunidad en cabeza de la heredera de un negocio millonario de perfumes, Mme. Colet (Kay Francis). El triángulo amoroso que se forma entre Gaston, Mme. Colet y Lily se complica cuando se suman cuartos y quintos lados en las personas del Mayor (Charles Ruggles) y nada menos que M. Filiba.-
Los primeros dos o tres minutos de película son un ejemplo del arte de contar historias no sólo con lo que se dice sino sobre todo con lo que se muestra mientras se nos presenta el lado B de un lujoso hotel en un punto turístico, ese que no se supone que veamos: los recolectores de residuos, los riesgos para el hombre incauto, las prostitutas que visitan las habitaciones elegantes, los encuentros de amantes tras cortinas cerradas. Luego de este comienzo auspicioso la historia se desenvuelve con rapidez y gloriosa economía, pero aún así Lubitsch tiene tiempo para pintarnos todos los matices de sus personajes y pequeñas pinceladas de color en las que se demora, como ese diálogo maravilloso entre un M. Filiba que explica lo sucedido en inglés mientras un intérprete lo traduce al italiano, poniendo un énfasis de su propia cosecha o el gesto coqueto repetido por ambas enamoradas de Gaston de sumergir una medialuna en el café y comerla rápidamente cuando nadie las ve.-
¡Y qué diálogos! Los diálogos de Lubitsch son oro en polvo, siempre están cargados de dobles sentidos y palabras que quedan suspendidas en el aire pero además son pronunciados con música, con ritmo y entonación. Y van marcando pequeños separadores, estrofas y estribillos. Esa seguidilla de “sí señora, no señora” que los empleados de Mme. Colet le dedican y que luego se transforma en “sí señor, no señor” una vez que Gaston se instala en la mansión; la repetición de la palabra “amígdalas”; el intercambio final entre Gaston y Mme. Colet. Y también están allí los diálogos que no escuchamos y es que Lubitsch (como todos los grandes directores de la época de oro del cine que se formaron durante el cine silente) era un genio de la imagen.-
En Trouble in Paradise están también todos los elementos escénicos que caracterizan el cine de Lubitsch: las puertas, las escaleras, los espejos, las camas y sofás, los relojes que nos cuentan acerca del paso de las horas y revelan las elipsis de las que el director era un mago. No falta además la velada en el teatro o en este caso, en la ópera, en donde la acción del escenario (que nunca vemos) es usada como comentario de lo que sucede en los palcos.-
Es un crimen que no haya ninguna película de Ernst Lubitsch en las listas de cien películas del American Film Institute, ni en la original ni en la edición de 2007. En qué estaban pensando los votantes es algo que escapa a mi comprensión, porque no cabe ninguna duda de que Lubitsch, con su estilo agudo, sofisticado, irónico y por momentos emotivo y mortalmente serio pertenece al estamento fundacional del cine hollywoodense tal como lo conocemos hoy.-

Comentarios

  1. Jo, qué entrada más jugosa.
    Jajaja, ya sabes la devoción que siento por el cine de Scorsese. Aunque Uno de los nuestros no es una de mis favoritas de Scorsese, pero me gusta una barbaridad. Pero leo atentamente tus análisis y me hace fijarme en otra mirada interesante sobre miradas que adoro, aunque haya disenso.

    El Apartamento, sin embargo, sí es de mis favoritas de Billy Wilder. Me encanta cómo la has hecho dialogar con Cuando Harry encontró a Sally. Es una película llena de momentos que me fascinan. Como ese espejito partido, que tanto cuenta.

    ¡Y Lubitsch sin aparecer en la lista! Lubitsch, que es una joya en cada visionado. Y que tiene títulos tan memorables, además del que reseñas. Yo soy feliz por ver de vez en cuando El bazar de las sorpresas (The Shop around the Corner).

    Espero tu sorpresa de fin de semana.

    Beso
    Hildy

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    Respuestas
    1. Pero ¿qué te parece? Me había olvidado de la foto de Trouble in Paradise. ¡Corregido!
      Jaja, ya sabía que íbamos a discrepar sobre Scorsese, pero en tu gracia infinita no te has enojado conmigo :)
      ¡Sí sabía que adorás El Apartamento! Y siempre pensé que me estaba perdiendo de algo, porque en el primer visionado me había dejado bastante indiferente. Pues ahora, varios años después, la amé. Y me encantó ese giro casi detectivesco que adopta la peli con ese espejito que Lemmon reconoce (además de lo fuerte que es en relación al personaje de Fran el hecho de que ande mirándose en un espejo roto). La verdad es que me deja en buen estado de ánimo para enfrentarme al cine de los '60 que tengo por delante, que no es lo que más me atrae (de los '70 mejor ni hablemos, jaja).-
      El bazar de las sorpresas estuvo entre las posibilidades que barajé para este pequeño homenaje, pero preferí Un ladrón en la alcoba que es la peli que yo recomendaría si alguien quisiera ver Lubitsch por primera vez (tampoco es que la gente me pare por la calle pidiendo recomendaciones, jaja). Te juro que ni bien puse el DVD y vi el menú con esa cancioncita de fondo se me plantó una sonrisa en la cara, inmediatamente me puso de buen humor. Ahora estoy a la expectativa de ver algunas de sus pelis mudas, que nunca vi. Se consiguen en DVD así que espero hacerme de algunas.-
      Nos volveremos a encontrar el sábado por aquí (espero poder cumplir con el plazo, glup).-
      Un beso enorme, Bet.-

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