The Citadel (La ciudadela) - 1938.-
The Citadel cuenta la historia de Andrew Manson (Robert Donat), un médico que llega a un pequeño pueblo lleno de ideales y sin demasiada experiencia. Junto con su esposa Christine (Rosalind Russell) Andrew intenta introducir reformas que mejoren la vida de los trabajadores mineros de Gales, pero choca contra la burocracia, el poder establecido y la ignorancia. Aún lleno de esperanzas el matrimonio se muda a Londres, en donde la pobreza y las frustraciones profesionales empujarán a Andrew a concentrarse en ganar dinero aunque ello implique dejar de lado la ética y a su esposa y a sus amigos más queridos.-
Esta película es visualmente impecable; Vidor se dedica deliberadamente a contar su historia con imágenes antes que con palabras, recurriendo a medida que avanza la película a elementos más sutiles. Así, a poco de empezada la historia, Andrew comprueba el carácter mezquino de la esposa del médico principal del primer pueblo en el que recala cuando ve el enorme festín que devora para la cena mientras que a él sólo le ofrece unas pocas piezas de carne y un vaso de agua. Un poco más adelante Vidor yuxtapone la felicidad de Andrew por haber salvado una vida con el choque que significa presenciar el velatorio de una víctima de la epidemia de fiebre tifoidea que el joven médico no puede contener.-
Aún más avanzada la historia, Vidor recurre a otros dos elementos visuales para mostrar la degradación de Andrew. Por un lado, lo muestra fumando un cigarrillo tras otro incluso durante las comidas, cuando en la primera parte de la historia rehusaba sistemáticamente la invitación cada vez que alguien le ofrecía fumar. Por otro lado, la profunda conexión entre Andrew y Christine es contada a través de sus miradas y de la forma en la que él siempre advierte la emoción de ella cuando sus ojos se llenan de lágrimas ante algún evento puntual. Pero llega el momento en que Andrew deja de notar esta emoción y es precisamente el de mayor tensión en la pareja.-
Vidor también es un maestro en el arte de contar una historia a través de lo que no se muestra y en cada caso esto tiene que ver con tres actos médicos centrales en la vida de Andrew. El primero es el nacimiento aparentemente sin vida de un niño al que Andrew logra salvar gracias a su perseverancia y buen oficio. Esta escena es una de mis favoritas en la película, filmada en un estilo cuasi expresionista y con un grado de tensión que nos tiene al borde de nuestros asientos porque como espectadores sabemos que no sólo la vida de un recién nacido está en juego sino también el destino de Andrew como médico y como hombre (y además, ¿podemos hablar de lo bello que está aquí Robert Donat, con los cabellos desordenados y el gesto concentrado de quien está ejecutando un milagro?). El segundo acto es la amputación de un miembro a un minero que ha quedado atrapado tras un derrumbe y que morirá si no se realiza la operación en forma urgente. Aquí Andrew ha crecido profesional y personalmente y no duda ante lo que hay que hacer, por difíciles y riesgosas que sean las condiciones. El último acto tiene lugar hacia el final de la película, cuando un Andrew completamente desdibujado se limita a reaccionar demasiado tarde en un momento que requería un coraje que ya no tiene. En todos estos casos, Vidor recurre a una forma de contar muy simple, confiando en la capacidad de sus actores para reaccionar y dejando que sean sus rostros los que nos cuentan la historia.-
The Citadel presenta bellamente además su punto de vista respecto de la profesión médica (pero que en verdad podría aplicarse a cualquier ámbito profesional), poniéndose abiertamente del lado de los pequeños hombres que no ahorran esfuerzos para hacer el bien de a una causa por vez, contra los vendedores de ilusiones que sólo aspiran a aparentar lo que creen que otros hombres tan vacíos como ellos quieren ver.-
Finalmente, otro de los aspectos que más me han gustado de esta película es la relación entre Andrew y Christine, que comienza de una manera tormentosa, casi en tono de comedia (la escena en la que ella acude a su consulta médica con cualquier pretexto es una delicia) y que se consolida sobre la base de las pasiones y los compromisos compartidos. Es tal la camaradería que une a esta pareja (adoro que él la llame siempre Chris, masculinizando su nombre como si fueran verdaderos colegas en su laboratorio en un contexto social en donde la mujer podía aspirar a lo sumo a ser enfermera, pero rara vez doctora o científica). Rosalind Russell está genial aquí, su Christine es tan espontánea como lista, siempre un paso adelante y actuando como la voz de la conciencia de Andrew. Y aunque nunca se ve a la pareja en plan abiertamente romántico, su emoción al verlo sano y salvo luego del derrumbe de una mina habla por sí sola.-
Qué bonito te está quedando este paseo por la filmografía de Vidor.
ResponderBorrarPara mí fue una sorpresa preciosa esta película, que leyéndote me apetece volver a ver. Qué bonita la pareja entre Russell y Donat.
Y es que King Vidor tiene una filmografía preciosa.
Esperando con ganas tu próximo encuentro con él.
Beso
Hildy
Ay, me encantó. Debo decir que al principio tenía mis dudas y es que la historia del profesional idealista que luego se corrompe por dinero ya está demasiado vista, pero con el correr de las escenas me cautivó. Me quedan aún dos pelis más por descubrir así que debo "meterle pata" para llegar con buen ritmo a diciembre, en donde me espera un director muy querido que sé que también está entre tus favoritos.-
BorrarTe mando un beso enorme y me voy corriendo a leerte y a leer a la querida Irene.-
Besotes, Bet.-
Te vuelvo a visitar loca de contenta. Estaba con Irene Bullock y me ha dicho que la habías escrito..., leo el comentario, y muero de felicidad. Creo que ya sé a quién tenemos en diciembre...
ResponderBorrarMientras, hago conjeturas de cuál será la siguiente película de King Vidor que comentes...
Beso
Hildy
¡Ah, no, mi elegido para diciembre no tiene relación con la conversación que Irene y yo tuvimos!
BorrarQué casualidad que volvieras a escribir porque ayer recordé un detalle sobre The Citadel que olvidé mencionar y que creo que te resultará curioso: ¿recuerdas una escena en la que Donat deambula por Londres hacia el final, viendo toda clase de miserias y finalmente se detiene en un puente, en donde escucha en su mente la voz de su amigo? ¿Será posible que Capra se haya inspirado en esa escena para It's a wonderful life? En todo caso, en su momento las similitudes resonaron en mi cabeza pero luego olvidé mencionarlo, porque me apuraba no demorar más la publicación de mi entrada. No dejes de hacerme saber qué opinión te merece este punto. Un besote, Bet.‐
Jajaja, me he colado entonces...
ResponderBorrarPues muy buena observación. Podría ser.
En las dos está muy presente el desencanto.
En ambas hay secuencia central en un puente.
Tanto Vidor como Capra señalan la importancia del pasado del personaje y cómo se sienten perdidos en el presente.
Y en las dos los protagonistas necesitan "otra voz" que les haga despertar...
Y cómo en la de Vidor la voz es terrenal y en la de Capra, celestial.
Lo curioso es cómo una es anterior a la guerra y otra, posterior, así que los niveles de desencanto fluctúan.
En la primera, más cercana a la ciencia, no hace falta intervención divina. En la segunda, parece que no hay más salida que la fantástica, luego curiosamente el pesimismo es mayor.
Ambos protagonistas tienen relaciones muy especiales con sus compañeras de vida.
Vidor y Capra eran contemporáneos...
Quién sabe...
Jo, me has hecho ver otra interesante perspectiva de ambas.
Beso
Hildy