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Proyecto Cary Grant Nro. 30: The Philadelphia Story (Historias de Filadelfia) - George Cukor, 1940.-




Confesión Nº 1: me intimida un poco la idea de reseñar esta película, ¿qué podría decir sobre ella que no se haya dicho ya, y mejor? (de ahí en parte el motivo por el cual no había aparecido antes en este blog). Confesión Nº 2: creo que esta película es un gusto adquirido; al menos a mí me tomó tiempo entenderme con ella y hasta el día de hoy, no puedo contarla entre mis favoritas (de ahí la otra parte de porqué nunca antes la reseñé).-

Es que en una primera aproximación a The Philadelphia Story, me pareció que Katharine Hepburn lograba lo que hubiera parecido imposible: devorarse a un director-autor y a dos co-estrellas de peso propio, a pura fuerza de imponer su personalidad. Encontré también que si uno no es super fanático de ella (como es mi caso), se quedaba un poco afuera. Desde esta perspectiva, tuve que insistir y poner de mi parte para entrar en el juego y descubrir que la película tiene mucho más para ofrecer que Hepburn en estado puro (que a muchos podrá parecerles que no es poca cosa, pero a mí no termina de convencerme).-

La  historia es bastante conocida pero por las dudas, haré una breve sinopsis: Tracy Lord (Katharine Hepburn) es una joven de alta sociedad que acaba de terminar un escandaloso primer matrimonio con C. K. Dexter Haven (Cary Grant), un hombre de su propia clase social, y está a punto de casarse de nuevo, esta vez con un hombre de clase baja que logró ascender socialmente en base a su esfuerzo y ambición llamado George Kittredge (John Howard). Esta boda ocurre en medio de otro escándalo que tiene por protagonista al padre de Tracy (John Halliday) que ha tomado por amante a una corista mientras su paciente esposa (Mary Nash) se debate entre perdonarlo o no. En el medio de esta dinámica desembarcan el reportero Macaulay Connor (James Stewart) y la fotógrafa Elizabeth Imbrie (Ruth Hussey), quienes deben cubrir la boda para una publicación amarillista, muy a su pesar.-

Pese a ser una adaptación de una obra de teatro, la película cobra vida propia y sólo se adentra en terrenos patinosos, dejando traslucir sus orígenes, cuando se empeña en buscar una moraleja digna del tercer acto. Aquí, el mensaje aleccionador es que para convertirse en un auténtico ser humano, una persona debe entender y empatizar con las fragilidades de los demás. Sólo eso hará que Tracy pase de ser una sacerdotisa o una reina (según sea descrita por Kittredge o por Macaulay) a convertirse en una mujer (aquello que Dexter ansía para ella).-

Siendo un film de Cukor, no es de extrañar que The Philadelphia Story sea elegante en todo lo que vemos en la pantalla: los decorados, el vestuario, los movimientos de cámara, la fotografía. La película tiene una importante sección que se desarrolla de noche y en ella la cinematografía de Joseph Ruttenberg brilla (literalmente).- 

Es claro que la estrella de la película es Hepburn pero con el correr de los visionados logré ver la destreza con la que Cukor logra que The Philadelphia Story llegue a ser una pieza equilibrada, ya que no verdaderamente coral. Cada personaje tiene su momento y ninguno cae en el ridículo en el que una obra menos sofisticada podría haberlos dejado, especialmente a los secundarios, como los padres de Tracy, su prometido o su tío manolarga, Willie (Roland Young). No he mencionado en la sinopsis a la hermana menor de Tracy, Dinah, interpretada por Virginia Weidler con mucha justeza, no hay aquí nada de aquella tendencia que tienen los niños del cine clásico a querer convencernos de que son “adorables”. La película elige un camino alejado de la parodia, esforzándose por demostrar que los ricos también tienen sentimientos, contrariamente a lo que Macaulay piensa y a lo que nosotros como espectadores podamos pensar en un primer momento.- 

En cuanto a Hepburn, mis escenas favoritas son aquellas en las que se relaja un poco y deja de intentar el dominio de la escena. Por ejemplo, la escena en la biblioteca en la que Tracy enamora a Macaulay a fuerza de verdades, cuando él creía que la había sorprendido con la guardia baja. O el momento en el cual el padre de Tracy le canta las cuarenta y la desarma, aún cuando entre esas cuarenta se encuentre echarle dudosamente la culpa por su infidelidad. Que Hepburn sea capaz de lograr este grado de sutileza y emoción me hace dudar del prejuicio que tengo respecto de ella (básicamente, de que siempre dice sus parlamentos con la barbilla en alto y en tono fuerte para que todos podamos oirla aunque no querramos). Jumpf, tal vez la próxima vez que vea alguna de sus películas cambie de opinión. Tengo también en mis estantes sus memorias en una edición preciosa de tapas duras que me apresuré a comprar en una tienda de libros usados, solo porque está impecable y el precio era extremadamente bajo, pero que nunca consideré seriamente en leer… Si me pongo con ella, haré una reseña.- 




Pero mis favoritos claramente son James Stewart y Cary Grant. Adoro verlos en sus escenas juntos en esta, la única película en la que compartieron cartel. Sin dudas la mejor de estas escenas es aquella en la cual Macaulay llega a la casa de Dexter en mitad de la noche, completamente borracho y con ganas de hacer justicia. Stewart se roba la escena con sus divagues de borracho y casi logra que Grant rompa el personaje para estallar de risa. Aunque también disfruto mucho de que aquella escena en la cual Dexter le pega una trompada en la quijada a Macaulay, supuestamente por su bien y luego ambos se quedan en el suelo analizando la velada. A Stewart le cabe el rol más rimbombante pero en lo personal prefiero el trabajo de Grant en su composición de C. K. Dexter Haven.-

Dexter es un personaje muy interesante, con un pasado nada lindo de contar (la película deja entrever que su alcoholismo venía acompañado de una buena dosis de violencia doméstica) y lleno de más dolor del que le hayamos visto a Grant en lo que llevamos de este Proyecto. Más dolor incluso del que carga en In Name Only, porque allí al menos tenía la esperanza de salir adelante y lidiaba con un mal externo con el rostro de Kay Francis. Aquí, todos sus males vienen de adentro y no está claro que pueda salir adelante: si Tracy se casa con Kittredge o elige otro galán (volveré sobre esto más adelante), Dexter ya no tendrá otra oportunidad. Y lo interesante es que pese a estas perspectivas inciertas, él obra por el bien de la familia Lord, para evitarles el escándalo, sin saber si obtendrá su recompensa a cambio. El estilo de Grant en esta película es minimalista, en muchas escenas actúa con la mirada o con ligero movimiento de hombros, e incluso su entrada en escena es discreta, aparece de la nada caminando detrás de Stewart y Hussey mientras éstos dicen sus líneas de diálogo sin hacer mención a su presencia. Recién cuando escribía sobre mi relación con Hepburn, recordaba las películas que Grant hizo con ella y cuán distintos son sus papeles y su forma de abordarlos en cada una de ellas. Esta es sin dudas la más sofisticada de las películas que el dúo hizo y en la misma medida Grant ajusta su interpretación. Algo similar ocurre, pienso ahora, con las películas que filmó bajo la dirección de Hitchcock: cada una le exige un calibre distinto y allí está él mostrando lo bien que maneja su instrumento según la ocasión lo requiera. En ambos casos, tanto con su co-estrella como con el director, mis interpretaciones favoritas son las más recatadas, esto es, las de The Philadelphia Story y la de Notorious. Me he ido por las ramas, ya regreso.-

Por último quiero señalar un punto en el que creo que la película acierta y es en la presentación del triángulo amoroso. Que Kittredge no es el hombre para Tracy, está más que claro. Pero con quién se quedará la heroína al final, no resulta tan obvio. En este nuevo visionado embarqué a mi padre (que nunca antes había visto la película) y cuando la historia está por resolverse, exclamó (refiriéndose a Macaulay): “¿¡Se queda con este, al final!?”. Me resultó muy divertido ver su reacción, porque cuando una ha visto la película varias veces (o cuando se está dejando llevar por lo que una haría en su situación, no hace falta que les diga con quién me quedaría yo por mucho que me guste Stewart), empieza a dudar de si la química triangular que ve en la pantalla, está realmente allí o una la ve porque quiere creer que existe. Pues, evidentemente está allí para que los espectadores primerizos puedan disfrutar de ella tanto como los más experimentados.-


Comentarios

  1. Hola Bet
    Me ha gustado mucho tu crónica. Y de lo que más ha sido ese "bocadillo" tan cinematográfico con la aportación personal (porfa, pon unas exclamaciones a ese ¡Jumpf! que me has hecho revisar el reparto para comprobar quién era el tal Jumpf). Bromas aparte, yo soy muy de la Hepburn (debería escribir de "las" que también la otra me gusta mucho).
    Siempre se ha dicho que Cukor es un director muy de mujeres por eso tiene cierta justificación que Katharine "saque los codos" y se haga respetar su espacio (y aquí pongo un lento difuminado para no entrar en tu descripción del trabajo de Grant...)
    Por otra parte: con este reparto, una historia llena de cabriolas y un poco de criterio, tampoco hace falta llamarse GeorgeCukor para tener al personal una hora y pico con la sonrisa en la cara.
    Un saludo, Manuel.

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    Respuestas
    1. Jaja, es que era un "jumpf" sin tanto énfasis como para ameritar los signos de exclamación, querido Manuel.-
      Muchas gracias por su comentario, me costó escribir esta reseña porque en un punto sentí que no tenía muy en claro lo que quería decir. Esta película me requerirá de muchos más visionados como para poder terminar de digerirla (puaj, qué imagen más desagradable).-
      Es verdad que la historia se vale por sí misma, pero el cuarteto Cukor-Hepburn-Grant-Stewart sin dudas le aporta muchísimo. Mientras escribía repasé mi entrada sobre High Society y fíjese como el mismo material de base, en otras manos, dio un resultado bien distinto, aunque también agradable.-
      Me encantaría saber qué le pareció Grant en esta película :)
      Le mando un abrazo, Bet.-

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  2. Durante el periodo áureo de la comedia en Hollywood, a finales de los años treinta y primeros cuarenta, surgieron obras memorables de manos de realizadores como Howard Hawks, Leo McCarey y George Cukor, y de guionistas como Dudley Nichols, Charles Lederer, Ben Hecht o Donald Ogden Stewart. LA FIERA DE MI NIÑA, LUNA NUEVA, LA PÍCARA PURITANA, VIVIR PARA GOZAR, HISTORIAS DE FILADELFIA podrían servir como ejemplos, entre otros muchos, de cómo las políticas de producción en conjunción con el talento de aquellos artífices (directores, guionistas, intérpretes) dieron como resultado obras cargadas de inteligente agudeza vehiculada a través de puestas en escena deliciosamente perfectas en su forma, ritmo y medida. Producto de esta política hollywoodense, la Metro en este caso, es la que ahora nos ocupa, HISTORIAS DE FILADELFIA, en opinión del que suscribe, una de las mejores comedias salidas de Hollywood desde el advenimiento del sonoro.
    Curiosamente, en ella volvía a jugarse la baza del eje argumental sobre el que pivotaba LUNA NUEVA (His Girl Friday), otra obra maestra del género rodada ese mismo año por Howard Hawks. Es decir, en ambos casos asistimos a las argucias y triquiñuelas de un individuo desenvuelto, vivaz y sin demasiadas ataduras morales, un ex marido que no muestra ningún arrepentimiento por sus errores e irresponsabilidades anteriores mientras trata de recuperar a su antigua esposa justo cuando ella se dispone a casarse de nuevo con otro hombre. El hecho de que sea Cary Grant quien incorpore estos personajes hace posible que nos dejemos seducir, “perdonemos” su –en ocasiones– sibilino proceder y hasta nos sintamos cómplices de él. Las dotes de Grant para la comedia y esa capacidad para penetrar en la psicología de sus personajes, sobre todo cuando actuaba bajo la dirección de grandes directores, hacía que todo resultara convincente y divertido.
    Bajo la perspicaz producción del gran Joseph L. Mankiewicz y la refinada maestría de Cukor controlando y manejando con precisión todos los mecanismos del excelente guión, HISTORIAS DE FILADELFIA es de pleno derecho un clásico inmarchitable que se eleva por encima de algunos peros que hoy podamos ponerle (un desenlace tal vez algo acomodaticio). La historia romántica a cuatro bandas que vertebra la película viene contextualizada y complementada por un pícaro fresco social que si bien respondía a la (alta) sociedad de aquel momento, es perfectamente equiparable con lo que parece no cambiar nunca (familia, clasismo social, convenciones y conveniencias, prensa del corazón y esas sutiles diferencias que distinguen el amor del matrimonio).
    Un saludo.

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