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Knight Without Armor (La condesa Alexandra) - Jacques Feyder, 1937.-



Ejem… ¿Ya mencioné que estoy enamorada de Robert Donat? Bueno como iba diciendo, lo amo y voy a estar triste por su muerte hasta el fin de mis días y no me importa que hayan pasado más de sesenta años.-

Ainsley Fothergill (Donat) es un joven británico que trabaja como escritor y traductor en la Rusia zarista de principios del Siglo XX hasta que su permiso de trabajo es revocado por razones políticas. Para evitar ser deportado Fothergill se convierte en espía, adopta la identidad de un tal Peter Ouronov y se infiltra entre los revolucionarios. Por ello Ouronov (ya no volvemos a escuchar su verdadero nombre) es enviado a Siberia pero tras la Revolución Rusa es liberado y alcanza una alta posición como asistente de un comisario. En este rol le toca escoltar hasta Petrogrado (hoy San Petersburgo) a la Condesa Alexandra Vladinoff (Marlene Dietrich), una prisionera del régimen bolchevique.-

Esta es la primera película de Feyder que veo, aunque tiene dos títulos con Greta Garbo que me llaman mucho la atención y que espero ver pronto: la versión en alemán de Anna Christie y The Kiss. Hecha esta aclaración puedo decir que al menos en esta película es dueño de un estilo impactante en donde no hay momentos desperdiciados desde el punto de vista estético. Feyder se vale de su cámara y de un excelente uso de los silencios y la banda musical para contar esta historia en una forma atrapante. Se destaca especialmente la secuencia en la que Alexandra se despierta una mañana para encontrar que su palacio de verano está completamente desierto. Ningún sirviente responde a sus llamados, no se ve un alma en los pasillos ni en el parque, a excepción de una única mujer que lava ropa en un estanque. Cuando esta mujer huye despavorida ante “algo” que ve detrás de Alexandra, nuestra protagonista se da vuelta y entonces ve una horda de revolucionarios que avanza hacia ella. Esta escena está filmada en un silencio aterrador hasta que Alexandra hecha a correr por el parque, entonces la banda musical de Miklós Rózsa toma la posta para aumentar la tensión aún más.-

Prácticamente en cada escena hay algo, un pequeño momento, un movimiento de cámara o un fotograma que llama la atención. Feyder hace también un uso muy interesante de los símbolos: cuando Alexandra enfundada en su traje de novia es testigo del intento de asesinato de su padre (Herbert Lomas), pasa por encima de un charco de sangre manchando la cola de su vestido. Muy pronto, todo el país y su propio matrimonio estará marcado por la muerte. Un poco más adelante, Ouronov y Alexandra llegan a una estación en la que deben tomar el tren a Petrogrado, pero la estación - al igual que el mundo de orden y previsibilidad que el sistema de trenes representa con sus horarios e itinerarios inamovibles - ya no es más que el fantasma de un pasado perdido.-

Hay también en la película un bello juego de elementos que se repiten. La primera vez que Alexandra y nuestro héroe (aún bajo la identidad de Fothergill) se cruzan es en un tren. Los trenes constituyen una parte fundamental de la historia y la pareja se encontrará a bordo de un tren o esperando un tren en varios momentos a lo largo de la película. También hay un uso reiterado de los espejos y los reflejos: Alexandra se mira en el espejo al probarse su vestido de novia en una imagen que en cierto modo es replicada en su primer encuentro con Ouronov (ya con su identidad de camarada). Un espejito constituirá luego el primer momento de complicidad entre ellos y más adelante, el reflejo de ambos en el agua viene a consolidar su unión. Me resultó también muy interesante que la primera vez que estos dos personajes se ven verdaderamente (en su encuentro fortuito en el tren de la primera secuencia, no tienen contacto visual) sea a través de un espejo y no cara a cara. Este uso de los reflejos, además de procurar bellos momentos para el espectador, es muy rico en una historia en donde los protagonistas están obligados a fingir todo el tiempo; lo que vemos de ellos la mayor parte del tiempo es un reflejo, una distorsión, no la verdadera esencia.-

Otros dos aspectos que me cautivaron en esta película son, por un lado la brutalidad de las imágenes y por el otro, la economía para contar un sinnúmero de eventos en tan sólo 102 minutos de duración. En cuanto a la brutalidad, estoy hablando con el único resguardo de mi memoria pero no recuerdo haber visto una película de cine clásico con tantos muertos mirando fijamente a cámara con los ojos abiertos. Feyder no nos ahorra el impacto de ver los ojos de los muertos, en especial en dos personajes que tendrán un rol fundamental en la historia. En el primer de los casos, la muerte aparece en una delicada escena de camaradería; en el segundo, nos golpea sin avisar. No quiero revelar nada más porque no quiero arruinar la intriga, pero los que hayan visto la película recordarán a qué momentos me refiero. Además, vinculando este aspecto con el de las repeticiones que mencioné anteriormente, Feyder utiliza reiteradamente la imagen del pelotón de fusilamiento para mostrar la violencia de la Revolución y lo similares que en el fondo son ambos bandos. De un lado y de otro se forman filas de prisioneros que son abatidos y de un lado y de otro se toman palacios para montar cuarteles de desenfreno . Confieso incluso que en el primer visionado (claro que he pasado los últimos días mirando esta película en bucle) llegué a perder la pista de qué ejército era cuál, en un punto todos los uniformes y comportamientos empezaron a parecerme los mismos y sólo en un segundo visionado pude aclarar un poco las cosas; pero creo que esa es justamente la intención del director. Feyder no hace demasiado esfuerzo por diferenciar a ambos bandos. Sólo el pueblo recibe su compasión, son los únicos que no están intentando destruir a nadie sino simplemente sobrevivir.-

Respecto de la economía narrativa, Knight Without Armor es una de esas películas que cuando termina, te parece que hubiera durado tres horas por la gran cantidad de eventos que contiene y por la energía de demanda del espectador. Logra esta economía al no distraerse en eventos o explicaciones innecesarias. La decisión de Fothergill de unirse al cuerpo de espías de la Corona es resumida en una sola toma de Donat pensando; la muerte del marido de Alexandra en la guerra es indicada con la simple imagen de la protagonista vestida de luto riguroso luego de que su esposo celebrase el comienzo de la I Guerra Mundial. La película tiene además el gran acierto de equilibrar muy bien la tensión romántica entre Ouronov y Alexandra con la ansiedad que nos provoca el verlos separados. En ese sentido, me costó descifrar el motivo de la primera escena que nos muestra a Alexandra y su padre asistiendo a las carreras de caballos en Inglaterra, lugar en el que también está Fothergill. Luego ambos se cruzan sin verse en el tren que los lleva de regreso a Rusia. Esta escena bien podría no estar en la película pero en un segundo visionado advertí que los protagonistas no se conocen sino hasta pasados 33 minutos de película. En ese contexto, un primer encuentro por incompleto que sea, nos permite mantener la atención como espectadores; es como si Feyder estuviera diciéndonos “atención, Donat y Dietrich volverán a encontrarse en la película, no se distraigan”. Y es inevitable que este encuentro se produzca en Inglaterra y no en Rusia, porque en Rusia una mujer de la nobleza jamás hubiera compartido espacios con un joven plebeyo intelectual. El juego de tensiones creado por el director con estos encuentros y separaciones llega a un punto casi insoportable hacia el final, momento en el cual es imposible no sentarse en el borde del asiento y comerse los codos de ansiedad. Solamente el mismísimo final me pareció precipitado, uno o dos minutos más de película hubieran cerrado mejor la historia, pero a estas alturas sentí que ya le perdonaba cualquier cosa al director, me había convertido en su fiel partidaria.-

Otro aspecto que no quiero dejar de mencionar es la hermosa historia de amor en el centro de esta historia. Cada momento entre Ouronov y Alexandra es especial, desde aquella primera confrontación en el palacio en donde Alexandra pide a gritos que la fusilen y Ouronov la llama a silencio y cierra la puerta para evitar que los demás comisarios la escuchen. La secuencia que tiene lugar en el bosque que solía pertenecer a Alexandra no tiene momentos desperdiciados (el pequeño diálogo en el que Alexandra pregunta “¿Te gusta mi bosque?” y Ouronov responde “Lo adoro” le debe haber hecho rechinar los dientes a Joseph Breen) y me hizo pensar en aquel momento de 1984 en el cual Julia y Winston se encuentran por primera vez en las afueras del dominio del Gran Hermano, a la vez que me trajo el recuerdo de Dietrich bañándose en un lago en Blonde Venus. La sensualidad y la complicidad de estos dos personajes explota y no hará más que consolidarse a lo largo de la historia (de nuevo un juego de repeticiones nos muestra a Ouronov ayudando a Alexandra a vestirse, gesto que repetirá en el tren que los lleva a Samara para enfrentar un juicio sobre la identidad de la Condesa). Y hablo de complicidad porque la vinculación entre los protagonistas no es puramente sexual o romántica; son verdaderos pares en la aventura, en diversas oportunidades se comunican sólo con la mirada, están el uno para el otro ante el peligro. Encontré particularmente encantador que en un momento de intimidad durante ese viaje a Samara, Ouronov le pregunte a Alexandra qué opina de Poushkoff (maravilloso John Clements), el comisario que los escolta; no le dice directamente su opinión sino que primero quiere conocer la de ella.- 




Y esta historia de amor se transforma en una de amistad y camaradería durante ese viaje a Samara. El trío conformado por Ouronov, Alexandra y Poushkoff es de lo mejor que tiene la película y da lugar a una de esas escenas que se ven cada tanto en la pantalla y que nos hacen olvidar que estamos viendo actores interpretar papeles escritos por un guionista, ante una cámara operada por un camarógrafo y rodeados de veinticinco tipos entre director, director de fotografía, maquilladores y asistentes. La naturalidad entre estas personas reunidas por el azar, entre estos dos hombres deslumbrados por la misma mujer, entre estos tres viajeros dispuestos a compartir un picnic improvisado que termina en una suerte de abrazo colectivo, produce una emoción en el espectador que sólo es superada por la que ocurre cuando uno se despierta del sueño y toma conciencia de que los que aparecen en pantalla son tres grandes actores interactuando entre sí con el alma y con generosidad ante el trabajo del otro.-

Y hablando de actores… he visto varias películas de Marlene Dietrich, pero no me considero una entendida en su forma de trabajo porque nunca me concentré en observarla particularmente. Aquí como en The Song of Songs o en la ya citada Blonde Venus, muestra una combinación única de dignidad, vulnerabilidad, coraje y sensualidad. Su Alexandra es todo eso a la vez y si bien Dietrich es enorme, en ningún momento acapara la película. Vuelvo a esta idea de la generosidad porque en esta película el elenco está bellamente integrado y el status de estrella de Dietrich no va en desmedro de su trabajo como actriz.-

¿Puedo ahora así hablar de Donat? Me contuve hasta ahora para salvar un poco la cara, pero ¡qué hombre, qué actor tan completo! Aquí parece el hombre de las mil caras a medida que Fothergill/Ouronov va transformándose ya sea por la necesidad de adoptar una identidad diferente, ya sea por los avatares de su vida. Y si bien sus motivaciones muchas veces no son explicitadas (¿por qué prefiere convertirse en espía antes que volver a Inglaterra? ¿Cuál era su plan luego de llegar a Petrogrado con Alexandra? son algunas de las preguntas que quedan sin responder) la constante es su coraje e inventiva expresados por Donat a través de sus ojos y de su lenguaje corporal. Recomiendo mucho ver la película en su idioma original porque también hay un gran trabajo de los actores con sus voces. En particular en la escena en la que la pareja aguarda el tren a Petrogrado, en la cual Ouronov recita un poema de Browning. Cuando Alexandra se muestra asombrada de que el asistente de comisario haya estudiado en Oxford, Ouronov dice por única explicación “Mi padre quería que yo fuera a Oxford” y el tono de Donat en esa simple frase dicha al pasar es oro en polvo. Habla de un pasado tan lejano que parece que le hubiera ocurrido a otra persona, de un mundo que operaba bajo reglas que ya no existen más, de proyectos que quedaron superados por la única ambición que estos personajes tienen ahora: permanecer con vida. En otro orden de cosas, no recuerdo haberlo visto tan bello, con una sonrisa tan franca (aquí simplemente está feliz de estar vivo, cuando puede relajarse luego de un gran peligro), tiene casi un aire a Gene Kelly con el mismo aplomo, la misma sensualidad que emana en parte de su atractivo físico pero en parte de su personalidad. No sé ni lo que digo, creo que estoy identificando al actor con el personaje, pero es que Ouronov le va como anillo al dedo a Donat.-

De pronto siento que me quedé sin palabras, no me quedan energías para seguir expresando lo mucho que amé esta película y la interpretación de Donat en especial. Es mi favorita de las que he visto hasta ahora pero siento que si no termino de escribir sobre ello, me quedaré atrapada para siempre y ya nunca podré ver o reseñar otra película.-

Dejo por último el enlace para ver esta película con doblaje en español en Youtube. Por una coincidencia, vine a dar con esta película pocos días después de que la versión en español fuera subida al ciberespacio.-




Comentarios

  1. ¡¡¡¡Qué juego nos dan nuestros consentidos, mi Bet!!! Cómo nos hacen descubrir películas maravillosas. ¡Qué maravilla que vaya a poder disfrutar de esta obra de Robert Donat! Ya te contaré, pero el entusiasmo de tu texto y cosas que señalas de la película llaman poderosamente mi atención.
    Marlene Dietrich es tan inclasificable... Cada personaje que interpreta lo hace especial. A veces parece en una película que ella es única, que nadie más puede realizar ese personaje. Su personalidad desborda la pantalla, incluso parece fuera de lugar, pero es lo que hace especial su aparición.
    A mí me deslumbró en El ángel azul. Tan solo hace unos días volví a ver Berlín-Occidente de Billy Wilder... Marlene Dietrich es el personaje más fascinante de la película.
    Muero de ganas por ver La condesa Alexandra. Jacques Feyder es una de mis asignaturas pendientes, solo he visto Anne Christie, y tan solo una vez.

    Beso
    Hildy

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    1. ¡Es una delicia poder recorrer las filmografías de los favoritos! Te lleva por caminos maravillosos. Y me da mucha felicidad haber encontrado la versión doblada para compartir, me muero por saber qué te pareció.-
      Bueno, al principio pensé que Dietrich no daba para nada con el personaje, que se supone tiene que ser más joven pero a poco de avanzada la película, me convenció por completo y en los sucesivos visionados ya no se me ocurrió pensar que no fuera perfecta para el rol. Tampoco vi la película mil veces, eh jaja.-
      El Ángel Azul es una joya, yo hace mucho que no la veo pero hace tiempo que quiero hacer un ciclo de Von Sternberg y Dietrich, allí no puede faltar. Y no he visto la de Wilder, pero la tengo en mente para verla en algún momento.-
      No dejes de hacerme saber qué te pareció La Condesa Alexandra cuando puedas verla (acabo de advertir que el título en inglés hace hincapié en el personaje de Donat y el español, en el de Dietrich, imagino que Donat no es tan conocido en el mundo de habla hispana, lo cual es una lástima).-
      Yo me despido con un suspiro, Bet.-

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  2. Betttttt, cómo he disfrutado de la condesa Alexandra. Después he vuelto a tu texto. No me extraña que estés enamorada de Donat, cuánto dice con su rostro ¡y su pelo es maravilloso!
    Cuántos momentos cinematográficamente hermosos tiene esta película. Algunos ya los describes divinamente en tu texto, como cuando Dietrich se despierta en la más profunda soledad en su palacio. Los dos reflejados en el agua o recitando poemas en la estación. Qué razón tienes con esa crudeza y violencia reflejada en muchos de sus fotogramas y esos ojos abiertos de dos muertos, que tienen importancia clave en la trama. Dietrich cubierta de hojas... Los dos huyendo vestidos de soldados.
    Es una película que tiene además un análisis interesante: cómo ha sido contada la revolución rusa en distintas cinematografías, como la estadounidense o la británica, en distintas décadas del siglo XX. Por ahí nos saldría un ciclo de lo más interesante y la Condesa Alexandra no faltaría.
    El personaje más extraño y complejo de toda la trama es el del bueno de Donat. ¿Periodista británico que es feliz trabajando en Rusia? ¿Nadie le espera nunca? ¿Antizarista? ¿Espía británico para dar información sobre los revolucionarios? ¿Dejado a su suerte en Siberia? ¿Con los bolcheviques en el poder? ¿Enamorado de la condesa y pasando de todo? ¿Quién el personaje de Robert Donat?
    Parece que solo le mueven sus pasiones: primero su conexión con otro país y segundo su amor por la condesa. Y que nadie se interesa de su paradero, solo Alexandra. Un personaje hipercontradictorio, pero con un encanto muy especial.
    Tengo ganas de ver más películas del director belga Jacques Feyder.

    Beso y gracias mil
    Hildy

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    1. Jaja, a vos te gusto su pelo, yo me quedo con la barba de tres días y la sonrisa franca que es diferente a su sonrisa en 39 escalones, su película con la que estoy más familiarizada.-
      Qué intereresante todas las preguntas que planteás sobre Ouronov (Fothergill en realidad). Es un personaje muy enigmático por no decir... ¿vacío? En eso es parecido a Richard Hannay de 39 escalones, de quien tampoco sabemos nada. Pero ciertamente soporta demasiado en forma gratuita. Evidentemente, lo que le esperaría en caso de regresar a Gran Bretaña no debe ser nada atractivo y siente una conexión muy fuerte con lo ruso. Yo por lo pronto le tomé cariño de entrada porque a mí me encanta aprender idiomas y en su momento hice trabajos de traducción (para mí, nadie más estaba interesado en ellos, jaja) así que me generó simpatía automática un personaje que tenga las mismas pasiones que yo. En todo caso, muchas veces el carisma del actor suple esas deficiencias del guión.-
      Esos dos momentos entre él y la condesa que señalás (el reflejo en el agua y la escena en la estación de trenes fantasma) son bellísimos. Y Dietrich vestida de soldado escapando me resultó muy a la medida de su persona pública, es muy ella.-
      Pero mi escena favorita sin dudas es el picnic en el tren. Esa camaradería me derritió el corazón...
      Hablando de ciclos, en principio se me había ocurrido que esta película haría buena sesión doble con We Live Again de Mamoulian, pero luego de que volví a verla vine de nuevo a esta entrada y la modifiqué porque no encontré mucho en común más que ambas transcurren en Rusia y tienen elementos de la Revolución. Ahora, como parte de un ciclo más amplio daría para incluirlas a ambas.-
      Desde que comenté esta película vi El Beso de Feyder y me encantó. Espero pronto poder traerla a este espacio.-
      Mil gracias a vos, siempre es una alegría leerte y tanto más cuando coincidimos en el amor por una misma película y/o un mismo actor.-
      Te mando un abrazo enorme, Bet.-

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