M - Eine Stadt sucht einen Mörder (M, el vampiro de Düsseldorf) - Fritz Lang, 1931.-
Esta es otra película que entró en mi abecedario de cine desde el primer borrador, quise verla desde que leí la mención que Hitchcock y Truffaut hacen sobre ella en su célebre conversación y no resistí la tentación de incluirla bajo la única letra que compone su nombre.-
El comienzo de la película es escalofriante: un grupo de niños canta una cancioncilla sobre un asesino mientras juegan uno de esos juegos infantiles en los que los participantes son eliminados uno a uno. Una mujer los reprende, pero otra con mejor humor le contesta que les permita cantar porque al menos así se puede saber que siguen allí, que nada malo les ha pasado. Paralelamente, una niña que se salva por los pelos de ser atropellada cuando intenta cruzar la calle se detiene ante un poste en donde un gran cartel previene contra el asesino de niños que asola la ciudad. De pronto una sombra se proyecta sobre el mismo cartel y la voz inconfundible de Peter Lorre entabla conversación con la niña. Su madre es la misma mujer que defendió el juego de los niños y que comienza a inquietarse a medida que pasa el tiempo y su hija no llega a casa. El globo que el asesino le compró a la niña enredado en el alumbrado público y la pelota con la que ésta jugaba que sale rodando de entre unos arbustos es lo último que vemos de la pequeña.-
La tensión que crece en el espectador durante esta secuencia es una muestra del tono con el que Lang elije contar su historia: sobriedad visual, un silencio pavoroso, una melodía silbada por el asesino que se transforma en su marca distintiva, un montaje que nos cuenta más de una línea narrativa al mismo tiempo y que nos pone alertas con su sucesión de planos fijos. En M no hay movimientos de cámara fluidos ni nada que reconforte al espectador, sino que todo es plano y contraplano en una forma que nos incomoda.-
Lang no se demora en adoptar el punto de vista del asesino o en mostrarnos mucho sobre él. En la primera parte de la película, vemos más bien el caos que produce en la ciudad la búsqueda infructuosa del asesino: hay redadas permanentes y los vecinos sospechan los unos de los otros, acusando a cualquiera que se atreva a conversar con un niño en la calle. Este clima termina por afectar la actividad de los gremios criminales y ello nos lleva a la segunda parte de la película. Combinación extraña entre película de procedimiento policial y película de “gran golpe”, esta segunda parte nos muestra en un montaje paralelo los planes para atrapar al asesino que conciben los criminales por un lado y los policías por el otro. Lo primero que salta a la vista es que no existe demasiada diferencia entre ambos grupos: en ambos casos se trata de hombres sentados en torno a una mesa barajando posibilidades y estrategias, todo muy formal y respetable. En un segundo momento, sin embargo, notamos una diferencia y es que los criminales parecen mucho más eficientes y creativos en su propósito que las autoridades, que no tienen un solo testigo fiable y basan todo su caso en eivdencia endeble que no resistiría en un proceso judicial.-
Es muy tentador leer esta película como una advertencia contra el avance del nazismo que se vendría en Europa. Es que el asesino es un verdadero monstruo disimulado en la muchedumbre, un hombre en el que nadie repara. Y hacia el final, Lang hace una poderosa exhortación respecto del poder (y el deber) de los civiles para controlar y reprimir a esta clase de sujetos… siempre que no se dejen convencer por sus discursos aparentemente sinceros. Por un momento parece que el argumento del asesino en su defensa logrará cautivar a sus juzgadores y solamente un líder concentrado logra reconducir a su rebaño, pero el peligro de persuasión de los malos está demasiado latente y el poder de las autoridades para punir a un monstruo (aquello que el gran jurista argentino Carlos Santiago Nino llamó “el mal absoluto”) aparece como tan insuficiente que no podemos estar seguros de que el bien triunfe al final sin la intervención activa de los particulares. Lo único cierto es que nada hará regresar el tiempo atrás y por ello la última línea de diálogo de la película es un llamado a cuidar de los miembros más vulnerables de la sociedad.-
A Night at the Opera (Una noche en la ópera) - Sam Wood, 1935.-
Cambio completamente de clima para esta segunda película. Hace tiempo comenté Duck Soup y mencioné allí que A Night at the Opera era mi favorita de los hermanos Marx. Hoy puedo decir que eso sigue siendo cierto. Es imposible para mí ver esta película sin pasar de una sonrisa boba permanente a la carcajada y si además la anarquía de los Marx viene con ópera de fondo, qué más puedo pedir.-
En este caso, el comienzo de la película nos sitúa en Roma en donde Otis B. Driftwood (Groucho) intenta conseguir dinero de Mrs. Claypool (la infaltable Margaret Dumont) convenciéndola de que debe ser una mecenas de la ópera. Ello lo reune con Fiorello (Chico), Tomasso (Harpo) y con el joven tenor Riccardo Baroni (Allan Jones) en una aventura que los llevará a Nueva York junto con Lasspari (Walter Woolf King), un tenor de ópera tan famoso como cruel, la soprano en ascenso Rosa (Kitty Carlisle) y el empresario teatral Herman Gottlieb (Sig Ruman).-
En mi canon particular, esta película funciona porque repara lo que señalé como deficiencias de Duck Soup. Retomando el interesante aporte de Hildy Johnson en los comentarios de aquella entrada, a mí me funciona mejor una película más estructurada y balanceada, en donde no haya momentos desperdiciados y en donde todo sea diversión pero también coherencia narrativa. Supongo que demasiada anarquía me pierde un poco y por eso no alcanzo aún a definirme como una fanática neta de los hermanos Marx, sigo explorando e intentando encontrar puntos de contacto con su estilo tan distintivo.-
Aquí, desde la primera escena queda bien claro el rol de cada uno y no hay personajes que no vayan a tener su momento más adelante (inclusive los tres hermanos aviadores que aparecen en el buque a América, que tendrán una participación esencial más adelante y no están sólo para divertir con su aspecto ridículo). La película es muy precisa en especial en ponernos en contra del “villano” Lasspari, no sólo porque intenta separar a la pareja romántica formada por Rosa y Riccardo, sino fundamentalmente porque no pierde oportunidad de atormentar a Tomasso en una forma que da pena ver. Por lo demás, A Night at the Opera no es cruel con ninguno de los personajes (incluso Dumont sale bastante bien parada, lo que algunos fanáticos podrán considerar como una oportunidad desperdiciada de poner en ridículo todo lo que ella representa, gustos son gustos) ni permite que ninguno de ellos sea cruel (aún Groucho, el más ácido de los hermanos, tiene gestos de compasión).-
La música también está bien integrada en la historia. Exceptuando el número de despedida en el puerto y el número multitudinario que tiene lugar a bordo del buque (después de todo, esta es una película de MGM), y que de todos modos queda disculpado por la presencia maravillosa de Chico y Harpo haciendo lo suyo, el resto de los números está integrado con el trasfondo operístico de la historia. Y como bien señala Leonard Maltin en el audiocomentario que viene con mi DVD, los realizadores se cuidan de ridiculizar el mundo de la ópera porque así como los personajes menos simpáticos de la película pertenecen a él, también lo hace la pareja romántica en el centro de la historia. En ese contexto, las escenas en la representación de Il Trovatore del final son muy graciosas en una forma efectiva aún para los amantes de la ópera (las cosas de las que se ríen los hermanos Marx son las mismas cosas de las que nos reímos todos cuando vemos una ópera en la privacidad del hogar) y eso eleva el humor en lugar de opacarlo como podría pensarse.-
Por último, esta película tiene dos de mis secuencias favoritas. Una es la que tiene lugar en el pequeño apartamento rentado por Driftwood al cual llega el Sargento de Policía Henderson (Robert Emmet O’Connor) buscando a los tres polizontes Fiorello, Tomasso y Riccardo y por el cual los cuatro amigos correrán de arriba a abajo para convencer a Henderson de que nadie se oculta allí. Y mi absoluta favorita en todo el universo de los Marx es la escena en el camarote de Driftwood en el buque, que se llena cada vez más de gente hasta explotar en una avalancha humana que nunca falla en arrancarme la carcajada. Les dejo el enlace a la escena como regalo de despedida de esta entrada porque no puedo evitarlo, es absolutamente brillante.-
Hubo un periodo que intenté ver todo lo que pillaba de Lang y me entusiasmaba. Y una de las películas que más me hacía pensar era M. Por muchas cosas de las que dices. Es una película que atrapa el espíritu y alma de una época. No tiene desperdicio. Además Lang realiza un manejo del sonido (a principios del sonoro, nunca mejor dicho) espectacular.
ResponderBorrarEl juicio al final de la película, el de los bajos fondos, tiene un montón de lecturas interesantes, al igual que esas búsquedas paralelas del asesino: la de los policías y la de los bajos fondos. Lang es un director que siempre deja pensando y que plantea conflictos morales en sus pel´ículas que no son nada fáciles.
De todo lo visto en su filmografía, creo, sin embargo, que me decantaría emocionalmente por "Solo se vive una vez". Pero luego tiene dípticos que lo elevan a lo más alto como Perversidad y La Mujer del cuadro o Deseos Humanos y Los sobornados.
Me gusta prácticamente todo lo que he visto de él. Una de las proyecciones que guardo con más cariño es de una de sus películas mudas: Los espías, con orquesta de fondo. ¡Qué peliculón! Jajaja, no pararía de hablar de Fritz Lang.
... En cuanto los hermanos Marx siempre recuerdo una secuencia de Woody Allen y Hannah y sus hermanas..., cuando uno de los protagonistas (Allen), recupera el sentido de la vida yendo al cine y riéndose sin parar con una pel´ícula de los hermanos Marx.
Por cierto, ¡¡¡¡adoro la secuencia del camarote, no puedo reprimir siempre que la veo mis ganas de llorar de la risa!!!!.... Y también dos huevos duros
Beso enorme con bocina de Harpo
Hildy
¡Sí, "M" me ha parecido fascinante! Todo lo que señalás forma parte de la fascinación que ejerció en mi esta película. La falta de música de fondo (al menos que yo recuerde), el juicio del final, el juego de Lang con la moral del espectador, todo es imperdible en esta película... "Solo se vive una vez" sé que la he visto pero hace mucho tiempo y recientemente vi "La mujer del cuadro", de la que debo decir que me decepcionó el recurso narrativo del final. Toda la película me pareció magnífica, pero ese final ¡ay! De todos modos quiero insistir, sobre todo porque en la plataforma de streaming de donde saco muchos de mis clásicos por estos días hay muchísimas películas de Lang que puedo disfrutar con subtítulos. Así que sin dudas seguiré hurgando en su filmografía.-
Borrar¡Ay, "Hannah y sus hermanas" que aún no he visto! Yo no puedo llamarme a mí misma una fanática de los hermanos Marx, tal vez algún día llegue a eso, pero esta película me puede, seguramente por su trasfondo. Y esa escena en el camarote es increíble. Imagino a los hermanos probando para ver hasta dónde podían tensar la cuerda. Y leí en IMdB que el total de huevos duros llega a diecinueve... y un huevo de pato, jajaja. Me encanta que el beso me llegue con bocina de Harpo. Es mi favorito y tengo pendiente de leer algún día sus memorias, que dicen que son adorables.-
Te mando un beso enorme, Bet.-