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Abecedario de cine (penúltima entrega): W - X.-

The Wet Parade (Alcohol prohibido) - Victor Fleming, 1932.-



Hay películas que se te escapan durante años y cuando por fin las atrapás, te dejan fascinada. Eso me ocurrió con The Wet Parade, que me vino en un pack que compré por Downstairs y que empecé a ver varias veces pero sin pasar de las primeras escenas. Y es que el comienzo de la película es un poco lento y seguramente le sobran varios minutos de sus 118 totales pero una vez que toma impulso, engancha.-

The Wet Parade cuenta las historias de dos familias a través del impacto que el consumo de alcohol provoca en ellas, antes y después de la Prohibición. Los Chilcote son una familia rica del sur, en la que los hombres (el padre interpretado por Lewis Stone y el hijo con el rostro de Neil Hamilton) beben alcohol como si fuera agua en ese mundo de principios del Siglo XX. Luego del primer tercio de película la historia se traslada al norte, en donde una situación similar se da en los Tarleton: la madre (Clara Blandick) y su hijo Kip (Robert Young) regentean un hotel mientras que el padre (cómo me gusta Walter Huston) se dedica a ir de los mítines políticos al bar más cercano sin transición. Ambas historias se cruzan cuando los jóvenes Chilcote, Roger Jr. y Maggie (Dorothy Jordan), llegan a Nueva York y se reúnen con Kip. La sanción de la Ley Seca transformará drásticamente la vida de los protagonistas a medida que el consumo de alcohol (que ya era excesivo en la película) se convierta en letal a causa de la venta de bebidas fabricadas ilegalmente.-

La película plantea una interesantísima dicotomía respecto del consumo de alcohol: en las escenas previas a la Ley Seca se presenta al alcoholismo como una severa problemática social. Los hombres literalmente se caen por las calles mientras las mujeres desesperadas piden ayuda pero nadie las escucha. En este contexto, parecería que la Prohibición fuera una buena noticia pero la impopularidad de la ley por un lado y la continuidad del negocio ya en su faceta criminal por el otro terminan generando un problema social aún más grave que el que se pretendía combatir. Por otro lado, entre los defensores de la Ley existen los que cumplen con su deber pero sin convicción mientras que otros como Kip y Maggie son auténticos abstemios que pondrán el cuerpo por la Prohibición.-

Lo fascinante de The Wet Parade es la crudeza de la historia tal como es contada por Fleming (que no aparece en pantalla como director, curiosamente). Es como me imagino que debió ser Human Wreckage, la película (perdida) producida por Dorothy Davenport, la viuda de la estrella de cine mudo Wallace Reid, para advertir sobre los peligros de las adicciones a las drogas. Nada es ahorrado en esta película: el alcohol que está presente en prácticamente cada escena, la desesperación de los alcohólicos que quisieran recuperarse, la degradación que produce el consumo de las bebidas ilegales, las consecuencias espantosas para las familias de los adictos, los peligros a los que se enfrentaron los agentes de la ley a lo Eliot Ness. En este panorama se destacan especialmente los protagonistas masculinos de la película. Robert Young, a quien nunca había visto tan joven, muestra una vulnerabilidad que conmueve y tanto Walter Huston como Neil Hamilton componen personajes asombrosos a medida que sus vidas se hunden en abismos sin retorno. En roles más pequeños pero significativos aparecen además una Myrna Loy platinada, Wallace Ford y Jimmy Durante en un rol diferente a su registro habitual, pero entrañable. El único eslabón débil en esta película, y que creo que fue lo que me espantó en mis primeros intentos de verla, es Dorothy Jordan que me resultó sosa. Pero por fortuna en esta oportunidad perseveré y puedo hoy traerles esta verdadera joya del pre-code en su máxima expresión.-


X, Y and Zee (Salvaje y peligrosa) - Brian G. Hutton, 1972.-




Descubrimiento: no hay demasiadas películas cuyo título comience con X. Eso fue lo que me llevó tan lejos de mi ámbito habitual para recalar en este choque de trenes que es X, Y and Zee (la otra opción era revisitar Xanadu pero… sí, una vez es suficiente).-

Esta película es el show del horror absoluto de Elizabeth Taylor (la Zee del título). A mil años luz de su imagen de la MGM, Liz Taylor explota como uno de los vértices de un triángulo amoroso enfermizo y destructivo que tiene como contrapartes a Robert (Michael Caine), su esposo aparentemente más conservador en el entorno liberal de Londres en los años ‘70 y a Stella (Susannah York), una diseñadora de modas viuda y madre de dos hijos que se convierte en amante de Robert.-

Los títulos de la película transcurren con una partida de tenis de mesa entre Zee y Robert que se convierte en la metáfora perfecta de la vida de la pareja: el matrimonio para ellos es un juego en el que no se puede desviar la vista un segundo, porque se pierde. Y la partida es ganada por Zee tanto en la sala de juegos como en la vida. Zee es tan desenfrenada y manipuladora como fascinante de observar: desde su peinado salvaje hasta su auto rojo fuego abollado (imagino que maneja según sus propias reglas de tránsito) pasanto por su vestuario hippie-chic y el rock infernal que escucha a todo volumen para fastidio de Robert, todo lo que la rodea y cada uno de sus gestos te mantiene con los ojos fijos en la pantalla. A su lado, Stella parece salida de un cuento para niños y si bien tiene sus pequeñas herramientas para evitar ser devorada por Zee, cae una y otra vez en las trampas que ésta le tiende. Y lo mismo puede aplicarse a Robert, quien está cansado pero al mismo tiempo fascinado por las escenas de Zee. De hecho, tanto Stella como Robert sienten la fuerza magnética de Zee y tal vez ese sea el elemento más fuerte que tienen en común, porque por lo demás no entendí muy bien qué hacían juntos, no parece unirlos más que la necesidad de compañía de Stella por un lado y ¿la compulsión de Robert de ofrecer sacrificios a Zee... tal vez?

Amén de su protagonista, X, Y and Zee es un precioso documento de época. Los vestuarios, los peinados, la música, el consumo desenfrenado de alcohol (curiosamente la película se cuida de subrayar el consumo de otras sustancias), la liberación sexual, todo grita “años ‘70”. Y en particular, la presencia de personajes de la comunidad LGBT justo cuando la homosexualidad empezaba a dejar de ser delito en Inglaterra. Y también marca una ruptura con el universo cinematográfico tradicional la estructura de la película. El final es abierto y abrupto, dejándolo todo para la interpretación del espectador.-

La verdad es que si tuviera que decir si esta película me gustó o no, no sabría qué contestar. Me impactó, eso sí. ¿Volvería a verla? Creo que no, me ha dejado exhausta y se hace un pelito larga sobre todo durante las escenas de discusiones conyugales. Ahora bien, estoy feliz de haberla descubierto. En primer lugar para sacudirme esa imagen de muñeca de porcelana bellísima pero hueca que tenía de Liz Taylor (me falta ver su gran papel en Who’s Afraid of Virginia Woolf), y luego porque me dio la oportunidad de pispear un universo poco frecuentado por mí, en el que no me siento cómoda, y eso una vez cada tanto está muy bien.-

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